Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

7 Ene, 2020

¿Por qué no nos interesan los “datos duros”?

Uno de los conceptos al que más se recurre cuando se discute sobre una economía y su desempeño es el de los “datos duros”. Esta expresión, si se me permite, significa que los datos así definidos están soportados por una metodología aceptada como válida por especialistas y, también, las más de las veces –por no decir siempre– son dados a conocer por instituciones dedicadas a la elaboración de estadísticas o por otras que, como parte de sus funciones, las generan.

De una institución que ha sido reconocida por organismos internacionales, por su calidad profesional y autonomía frente a decisiones políticas del gobierno o del poderoso en turno, se dice que los datos que da a conocer a los interesados son, todos ellos, “datos duros”.

En México, el mejor ejemplo de lo anterior son el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el Banco de México, la Secretaría de Hacienda y algunas dependencias que ésta última coordina. En consecuencia, cuando alguien afirma que “tiene otros datos” con miras a desacreditar los “datos duros” publicados por cualquiera de aquéllas, lo hace por alguna de estas razones: ignorancia de cómo se elaboran las estadísticas e ignorancia de la seriedad y capacidad profesional de las instituciones que las elaboran.

Otra razón, bastante frecuente en América Latina, es la de gobernantes y/o altos funcionarios que ante los resultados mediocres –o francamente malos– de su gobernación, pretenden descalificar al mensajero en vez de utilizar los datos duros para elaborar mejores políticas públicas y tomar mejores decisiones.

El caso más sonado, en tiempos recientes en nuestra región, fue el de Argentina cuando, la entonces presidenta y hoy vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, manipuló descaradamente las estadísticas de la economía argentina.

En México, por el contrario, hay una tradición que habla del profesionalismo y honradez intelectual de quienes dirigen aquellas tres instituciones, incluidos sus equipos.

Año con año, la calidad de las publicaciones mejora y la solidez de sus estadísticas es reconocida internacionalmente. Sin embargo, ante el pésimo desempeño de la economía y lo que significa para la imagen de este gobierno, quien lo encabeza ha decidido despreciar los datos duros y recurrir a una fantasía que ha dado en llamar “otros datos” los cuales, nadie ha visto.

La utilidad de las estadísticas está hoy fuera de toda duda y discusión: son el insumo principal de toda política pública y de no pocas decisiones de gasto público.

Luego entonces, el gobernante, al rechazarlas porque no se adecuan a lo que prometió en campaña, socava las bases de su gobernación.

El gobernante que así procede, toma decisiones a ciegas, pues rechaza la validez de los datos duros y las estadísticas que instituciones confiables elaboran.

Una gobernación que decide, con base en el clásico “me late”, pone en riesgo la estabilidad de la economía y el crecimiento de la misma.

¿Cuánto tiempo más seguiremos en México oyendo hablar de “los otros datos”, acompañados del rechazo a los datos duros? La pregunta es válida porque, la economía no va, este año, ni siquiera a recuperar el 2.2 por ciento mediocre de los últimos veinticinco años.

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