Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

19 May, 2020

¿Qué tan al pasado llegaremos?

 

En América Latina se suspira por el pasado, y/o el antepasado. Esta práctica, digna de desequilibrados mentales y sinvergüenzas, goza en nuestros países de gran popularidad entre los millones educados en esa práctica perversa que los mantiene atados al poderoso en turno: extender la mano para recibir la dádiva miserable.

Si bien la ilusión de pretender regresar la rueda de la historia es completamente infructuosa, no faltan “mentes brillantes” que, incluso, teorizan para justificar lo injustificable: es bueno regresar al pasado y reproducir aquel estado de cosas (idílico, por decir lo menos).

Ante esta visión del mundo, preguntemos: ¿Qué tan al pasado podría llegar un país, su economía y la mentalidad de sus habitantes? ¿En verdad es posible regresar a los años de logros inventados del desarrollo estabilizador o, cuando menos, a los de Echeverría y López Portillo con todo y su Rocío Nahle (José Andrés de Oteyza)? Ya entrados en gastos, ¿es posible siquiera, pensar en regresar a los años supravalorados de Lázaro Cárdenas?

Por otra parte, ¿es factible pensar que alguien con una visión arcaica como Cárdenas y el ejército de oportunistas que lo rodea —con miras a roer un fémur o un peroné—, sería la salida para este sufrido país?

  • Hoy, cuando es más que imperativo ver hacia el futuro, este gobierno se empeña —infructuosamente por fortuna, pero con un altísimo costo a pagar por las próximas generaciones— en replicar un pasado inventado, un pasado de escenografía construido con base en lecturas incompletas, en el mejor de los casos, o mal digeridas y peor comprendidas.

De ahí viene la pregunta: ¿Qué tan al pasado regresaremos? ¿En verdad regresaremos a los años de fantasía que pinta el gobernante actual, de la docena trágica de Echeverría y López Portillo? ¿O a los de Lázaro Cárdenas o Benito Juárez y sus gigantes de la Reforma?

  • La verdad, aún cuando el Presidente y los que venden las baratijas esas de las transformaciones se nieguen a aceptar la realidad, no sólo no regresaremos a esos años que él y los suyos anhelan, sino que, por encima de ocurrencias, desatinos y dispendio criminal de cientos de miles de millones de pesos, seguiremos con la actual economía de mercado.

La economía de mercado y su incorporación a la globalidad, junto con la concreción de un conjunto de reformas en materia laboral, campo y educación pública constituirán, guste o no, una nueva realidad la cual, sin duda alguna, vendrá a fortalecer lo que hemos construido en más de 30 años de apertura económica. 

Los años de este gobierno servirán, aún cuando muchos trabajen en sentido opuesto, para ratificar la idea que muchos mexicanos entendieron y aceptaron desde los años noventa del siglo pasado: es mejor la apertura que el aislamiento.

  • Lo avanzado desde entonces, lejos de dañar al país contribuyó a su modernización y a recuperar el tiempo perdido durante los años de aislamiento que, por fortuna, terminaron en el año 1987.

Millones de mexicanos no conocen otro modelo que no sea una economía de mercado, saben que su mejor futuro está ligado al mundo, no al país aldeano y cerrado que este gobierno quiere construir.

 

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