Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

24 Oct, 2019

¿Tan pronto olvidamos?

 

¿Por qué es tan flaca nuestra memoria? ¿Qué explica nuestra propensión —casi compulsiva— a olvidar? ¿Olvidamos todo, o únicamente aquello que nos obliga a pensar para definir una posición al respecto?

Pienso que olvidamos por nuestra sempiterna apatía, y por el perverso importamadrismo que nos caracteriza y lleva, como por acto reflejo, a vivir el instante. Otros piensan que esa amnesia es resultado de las condiciones materiales que enfrentan, cotidianamente, decenas de millones de mexicanos que preguntan y se preguntan, ¿para qué recordar, si antes debo sobrevivir?

Por otra parte, hay un lado interesante de esta amnesia que reconforta al que vive al instante ya que busca, con un celo digno de mejor causa, vivirlo a plenitud.

Ahora bien, ¿a quién beneficia nuestra flaca memoria, nuestra irresponsable amnesia? ¿Acaso al candidato triunfador que fue un pésimo gobernante, o un pésimo legislador? ¿Y por qué no, también al corrupto funcionario que busca en el puesto de elección popular la protección, no únicamente política sino también la que otorga el fuero?

En relación con esto, hay una posición que no pocos adoptan en relación con lo que se olvida; se afirma: perdono, pero no olvido. ¿Qué significa esta posición? ¿Una disposición a la venganza del que nos la hizo? ¿No sería mejor entonces (para no ejercitar esa venganza que dormita y de repente, al toparnos con el perdonado pero no olvidado, surge incontenible), hacer las dos cosas: perdonar y olvidar?

Sea lo que fuere, veamos ahora la gobernación y sus efectos en materia de perdón y olvido. ¿Qué hace cuando el candidato al que entregó su voto por las esperanzas que en usted generó —por la gobernación que dijo llevaría a cabo en beneficio de todos—, falla de una forma tal, que ni sus acérrimos adversarios imaginaron?

¿Lo perdona, y poco a poco olvida las promesas que hizo las cuales, tantas esperanzas despertaron en usted? ¿Es tal su olvido, que lo sigue apoyando a pesar del desencanto? Y ahora la pregunta central: ¿Se perdona usted a sí mismo por el voto equivocado que emitió, o busca explicaciones para justificar el incumplimiento de las promesas hechas?

Por otra parte, ¿a qué se debe que el ciudadano vote, una y otra vez, por partidos que siempre le prometen y jamás le cumplen, y por candidatos que únicamente mienten irresponsablemente una y otra vez?

Ante la realidad que vemos y padecemos como consecuencia de una pésima gobernación, no únicamente en México sino también en Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia para citar solo cuatro países, ¿qué recomendaría usted? ¿Perdonar u olvidar, perdonar y olvidar, o ni perdonar y tampoco olvidar para que en la próxima elección usted cobre la factura correspondiente?

Ante los desatinos en el aquí y ahora, ¿es aceptable olvidar y/o perdonar? ¿En verdad piensa usted que eso sería lo correcto? Ahora bien, de pensar que no, ¿qué recomendaría ante lo que ve y padecen usted y los suyos?

Por último, a propósito de olvido y perdón, ¿ya olvidó lo de Culiacán y perdonó tanta ineptitud? De no ser así, ¿qué hará? ¿Dejar eso para después porque, la prioridad ahora es, no otra que ver la Serie Mundial?

 

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