Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

24 Ago, 2022

El NAIM murió por una ocurrencia

 


Entre más grande el proyecto y más visible, mayores las probabilidades de que existan actores que quieran tomar ganancias de él. Es la máxima de cualquier proyecto de infraestructura de gran envergadura; existen siempre actores externos que buscan capitalizar, ya sea mediante su oposición —en muchas ocasiones basadas en especulaciones— o a través de la obtención de rentas políticas o monetarias para sus grupos de interés.

Sucede en todos los países democráticos: cuando se anuncian proyectos de infraestructura, hay grupos con intereses legítimos e ilegítimos que buscan boicotear o capitalizar proyectos cuyos resultados y construcción son generalmente buenos para la gran mayoría, pero que pueden representar algún tipo de amenaza para su statu quo. En Estados Unidos hay múltiples ejemplos, como la construcción de ductos petroleros provenientes de Canadá para transportar arenas petroleras hacia EU y la construcción de granjas de energía eólica en las costas de Nueva Inglaterra (frente a casas de verano de multimillonarios). Otro ejemplo, en México, es la cancelación del proyecto de la construcción de un nuevo aeropuerto durante el gobierno de Vicente Fox.

También estos proyectos son la perfecta excusa para inflamar la retórica política electoral del momento. Así, por ejemplo, medios de transporte eficientes y limpios son usados por vecinos o políticos en turno como bandera para obtener votos o prebendas.

Es una especie de lo que los americanos llaman en siglas NIMBY (not in my back yard), es decir, que se hagan proyectos para el mejoramiento en infraestructura, pero no en mi patio trasero o, en este caso, en mi gobierno.

Esto es justamente lo que sucedió con el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). Vimos cómo se politizó uno de los mayores proyectos de infraestructura de transporte en los últimos 30 años. Las posturas que usó la Presidencia de la República y el gobierno en este proyecto fueron parte de su retórica contra las empresas y “los de siempre”.

Lo cierto es que, más allá de las opiniones políticas, son estos proyectos los que hacen avanzar una economía. El sector de aerotransporte representaba el 2.9% del PIB de México en 2019, con un crecimiento sostenido del 10.2% en pasajeros, en promedio, hasta ese año. En 2010, desde y hacia México se transportaban 48 millones de pasajeros; en 2019 —antes de la pandemia— se llegó a más de 90 millones. Con la construcción del NAIM se llegaría a 120 millones de pasajeros y un crecimiento adicional del .5 al 1.5% del PIB.

El NAIM representaba no sólo un factor importante de crecimiento para la industria de aerotransporte, sino que era también detonador de empleos.

Se estima que se crearían más de 800 mil nuevos empleos directos e indirectos por su construcción, así como el crecimiento de industrias asociadas como el turismo, el transporte de carga, la derrama económica de divisas y un megahub regional que pueda, incluso, competir con Estados Unidos y otros países, como Panamá (cuyo aeropuerto es un hub regional importante).

Así, las ocurrencias y soluciones fáciles no son la respuesta.

 

 

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