Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

21 Sep, 2022

¿Viene una recesión?

 

 

Durante varios años, Ernesto, un empresario de origen colombiano en el estado de Florida, especializado en fabricación de muebles de madera, financió la expansión de sus operaciones comerciales mediante créditos del banco a tasas muy atractivas. Todo iba viento en popa hasta que llegó la pandemia en 2020.

De un golpe, la fabricación de muebles se detuvo y consideró despedir al 50% de sus empleados. Las cosas se veían complicadas. La sobrevivencia del negocio, una empresa que creó cuando llegó hace 10 años a Estados Unidos, mantenía a más de 45 empleados. Así se encontraban gran parte de las PyMEs en Estados Unidos hasta que el gobierno de ese país decidió inyectar en la economía un enorme estímulo de dinero público para cubrir los salarios de empresas como la de Ernesto.

Este estímulo, aunado a las facilidades fiscales y las bajas tasas de interés —además de la ayuda de los bancos—, contribuyó a que la empresa sobreviviera. Además, con el encierro, los consumidores empezaron a comprar por impulso por otras vías: el comercio en línea explotaron y la empresa mejoró sus ventas enormemente.

Sin embargo, esa experiencia agridulce le sigue causando dolores de cabeza. Y es que la fiesta se acabó: los mismos créditos con facilidades a tasa baja (variable) están aumentando su costo y, con ello, los costos de capital de la empresa. Durante varios años, empresas y personas usaron el crédito fácil y los estímulos de los gobiernos ante la pandemia de covid-19 para comprar, gastar y, en muchos casos, derrochar. El dinero a bajo costo, que financió tanto a buenos como a derrochadores durante la pandemia, está llegando a su fin.

Los estímulos y las bajas tasas crearon una sobreoferta de dinero en la economía de Estados Unidos, causando inflación histórica. Tan sólo en este año, este indicador incrementó 9.1% con respecto al año pasado. Esto ha causado que productos como la gasolina incrementen su costo sin precedentes y, con ello, disminuya la popularidad de políticos como Biden.

De hecho, estos incrementos son tan significativos que en EU no se veían desde 1982. El Fed, banco central de ese país —que tiene el mandato de controlar la inflación y mantener el empleo—, se vio rebasada, tratando de alcanzar la inflación con incrementos de las tasas de interés de referencia también históricas.

El problema comenzó a ser evidente en noviembre del año pasado. Jerome Powell, expresidente de la Fed, había desestimado una posible inflación desbocada hasta entonces. Decía que el incremento de precios se debía únicamente a los estímulos fiscales por la pandemia y algunos problemas de suministro mundial. El problema era, según sus palabras, “transitorio”. Sin embargo, para junio de este año era evidente el problema e incrementó la tasa en un 0.75 por ciento.

No obstante, la inflación sigue hoy afectando la economía y está desbocada. Entre ayer y hoy se espera que la Fed incremente otra vez la tasa del 2.50% hasta un 3.25% (es decir, un .75%) y, con ello, los costos que pagan los empresarios a los bancos. Además, Ernesto y otros empresarios se están quedando con inventarios de productos caros y con poca demanda.

Ernesto, como muchos empresarios, ahora debe despedir a una parte de su fuerza laboral y, con ello, regresar al punto de crisis donde estuvo en la pandemia.

La recesión se ve cercana.

 

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