Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

25 Jul, 2013

Dado lo enfrentado ayer, ¿podrían decir de dónde saldrán los recursos para tanta fiesta?

A medida que avanza este sexenio, las promesas y compromisos de campaña nos son lanzados casi como confeti.

No pocos desmemoriados, como suele ser la visión que la mayoría tiene en las sociedades atrasadas en materia de democracia, aplauden jubilosos la buena nueva; el simple anuncio de lo que muchos anhelan   –sin reparar en los costos que significaría cumplir lo anunciado–, dan las gracias por el favor que, si nos atenemos a la experiencia acumulada durante decenios, lejos está de ser concretado.

Los doce años de aquella borrachera maravillosa –cuya cruda no pocos todavía hoy pagan–, quedaron ya en el muy lejano pasado; pocos los recuerdan pues los muchos que la vivieron, ya la olvidaron o hacen de cuenta que nunca sucedió.

Sin embargo, esa característica perversa a la que apuesta buena parte de nuestra clase política –la amnesia–, juega en contra del país; olvidar los desastres debidos a la puesta en práctica de políticas públicas irresponsables, es una de las peores defensas que como sociedad podemos tener.

Hoy, a pesar de lo que hemos pagado por aquellos años de disfrute sin tener con qué pagar la cuenta correspondiente, asoma en el horizonte la posibilidad de caer en lo que bien conocemos: tener una fiesta rumbosa, sin pensar en la cuenta que hay que pagar al final de la misma.

A medida que las dificultades de nuestra economía para crecer, crear empleo formal y atraer inversión se vuelven evidentes, el único recurso que parecemos tener para enfrentarlas, es la promesa; el anuncio de que cumpliremos con los compromisos hechos en la campaña.

Lo que veo venir, me recuerda al padre consentidor que prometió a la niña una fiesta de postín para sus quince años; hoy, se siente obligado a cumplir aun cuando no tenga un quinto ni para una misa austera (como debería ser siempre esta ceremonia religiosa). Para evitar los pataleos de la niña –convertida ya en una señorita–, a sabiendas del error que se va a cometer, está decidido a cumplir lo prometido.

¿Con qué pagaremos la “Fiesta de los Quince Años”, que se acerca peligrosamente a medida que las dificultades y penurias se multiplican? ¿Acaso la deuda será la herramienta salvadora? ¿Se apuesta entonces, a que los invitados a la fiesta entenderán el sacrificio, pues un compromiso es un compromiso?

Dado que la gobernación responsable es un proceso dinámico en el cual, en modo alguno caben los compromisos hechos ayer cuando hoy, los recursos para pagarlos escasean. Los pataleos de quien exige lo imposible, no deben tener cabida en una familia, menos en la gobernación.

Así como el padre de la quinceañera debería explicar con claridad la situación por la que atraviesa, que lo lleva no poder cumplir hoy con la fiesta soñada y prometida, así el gobernante; éste, debe decirnos por qué no puede haber fiesta hoy.

Desconozco cuál será la conducta de quienes nos gobiernan hoy; espero sea la correcta y piensen, no en la fiesta de hoy sino en la posibilidad de que la hagamos mañana para la otra niña, que en unos años llegará a los quince.

Las fiestas hoy, para México y los mexicanos, hay que posponerlas unos años. Si lo hiciéremos, estaríamos tristes hoy; sin embargo, nuestros hijos y nietos tendrían, mañana, ellos sí, su fiesta.