Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

29 Jul, 2013

BlackBerry

En un emotivo post de su página de Facebook, la experimentada reportera de Excélsior, Ivonne Melgar, dice adiós, por motivos de transición tecnológica, al BlackBerry desde el que escribió y envió miles de notas, crónicas y guiones para radio y televisión, y que a la vez le permitió estar al tanto de las vicisitudes de la vida familiar durante varios años.

Se trata, utilizando sus palabras, de una suerte de fetichismo emocional que este dispositivo inspiró en millones de personas, en un sentido análogo al que suelen experimentar los fanáticos de Apple. Quizá se trate de las únicas marcas tecnológicas que hayan generado un enganche similar (¿será porque ambas aluden a frutas?), al grado de que probablemente sea más acérrima la rivalidad entre los fans del BB y el iPhone que la más antigua y famosa PC vs. Mac.

No es casual. Ya en 2009 el historiador Alastair Sweeny había notado esa extraña cualidad del BlackBerry para convertirse en un objeto de culto, aun cuando la historia de la compañía canadiense que lo desarrolló no era tan famosa como ya lo era la que fundó Steve Jobs. Para hacerle justicia, publicó el libro BlackBerry Planet: The Story of Research in Motion and the Little Device that Took the World by Storm. Suena a broma cruel que hoy en día esté disponible en la iBookstore de iTunes.

El nombre de BlackBerry fue aplicado en enero de 1999 a un dispositivo que era más bien heredero de los antiguos beepers para envío de mensaje de texto que se popularizaron en la última década del siglo pasado. Tenía un tamaño similar, aunque incluía correo electrónico inalámbrico, una interfaz parecida a las Palm también en boga, funcionaba con un par de pilas AA e incluía un minúsculo teclado QWERTY (llamado así por la distribución de las letras en su primera hilera de teclas) como el de una máquina de escribir, lo que suponía un paso adelante respecto de otros dispositivos portátiles que sólo permitían redactar de manera lenta y complicada por medio de teclados numéricos.

Esta última característica fue la que inspiró a la compañía de mercadotecnia Lexicon Branding para sugerir el nombre del nuevo aparato, al considerar que la distribución y el color de las teclas asemejaba al de una mora negra (para el anecdotario cabe acotar que esta misma firma bautizó las PowerBook y la Macintosh Quadra, dos computadoras que más de un diseñador gráfico recordará con nostalgia; por supuesto, corresponden a la época en la que Jobs estuvo fuera de Apple).

Sin embargo, para todo efecto práctico, el que podría considerarse como el primer teléfono inteligente moderno para realizar llamadas, enviar e-mail y mensajes de texto, así como para navegar en internet, cumplió ya una década. Fue con el RIM BlackBerry 6210, lanzado en junio de 2003, con el que, propiamente dicho, surgió ese concepto de oficina móvil, atractivo para empresas y usuarios que incrementaron así su productividad laboral.

La mente brillante detrás de este producto genial es Mihal Lazaridis, nacido en Turquía de padres griegos y cuya familia se trasladó a Canadá cuando él tenía cinco años. De acuerdo con el historiador Sweeny, Lazaridis de joven fue fanático de la saga Star Trek, una cualidad muy acorde con un sentido infantil de asombro que no perdió cuando fundó en 1984 en la ciudad de Waterloo, en Ontario, la compañía Research in Motion (que en enero pasado cambió su nombre a BlackBerry Limited).

Lo que hizo realmente visionario a Lazaridis fue concebir el potencial que tendría la comunicación por medio de mensajes de doble vía (a diferencia de los beepers, que sólo podían recibirlos). No en balde, su también pionero servicio de mensajería y su sólida plataforma de correo le dieron fuerza para competir contra el iPhone y los subsecuentes dispositivos basados en pantallas táctiles y aplicaciones tipo WhatsApp, frente a los cuales terminaría por sucumbir, sin dar aún con la forma de revertir su declive.

En el último capítulo de su libro, Sweeny planteaba la sugerente teoría de que la BlackBerry sería el primer paso para el establecimiento de un concepto que él mismo nombró telebrain, es decir, un cerebro de bolsillo que mantendría a los seres humanos permanentemente en contacto con el resto del mundo, una idea a la que también denominó “telepatía tecnológica”.  Una semilla que sin duda sembró la mora, aunque sean otros quienes al final hayan cosechado los frutos.

marco.gonsen@gimm.com.mx