Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

19 Ago, 2013

Antisociales

Amanece. Una chica despierta con el ringtone con sonido de marimba de su iPhone. Apenas se levanta, lo toma entre sus manos e inicia un chat en WhatsApp que se prolongará a lo largo del día, mientras esté en el baño, desayunando, en el gimnasio o el automóvil. La conversación es una sucesión interminable de caritas y dibujitos (los famosísimos íconos japoneses Emoji) que sólo termina en cuanto la protagonista comienza a jugar con su gato, único ser vivo capaz de sacarla de la abducción que el teléfono ejerció sobre ella.

Esta historia es el pretexto para dar a conocer en YouTube la letra de Roar, la más reciente canción de la intérprete pop Katy Perry, y cuyo argumento es razón suficiente para endilgarle a la estrella californiana el título de celebrity phubber que ya ostentan personajes como Jay-Z y Justin Bieber, balconeados por una página web que se burla de quienes se la pasan viendo su smartphone en lugar de convivir con sus acompañantes.

Se trata de Stop Phubbing, una curiosa iniciativa cuyo primer gran mérito es dar nombre a esa conducta no tan nueva, pero cada vez más en boga, de preferir la pantalla del celular que la interacción física en un entorno social. El término es una mezcla de phone y snubbing (desaire) y aunque es de muy reciente creación, ya aparece como sugerencia de nueva palabra en el diccionario británico Collins.

Con un atractivo diseño minimalista basado en muñequitos y letras de distintos tamaños y fuentes tipográficas, stopphubbing.com tiene todo el aspecto de una campaña de largo aliento, movida por una visión apocalíptica en la que las relaciones interpersonales se esfuman de la misma forma que los hielos de los polos se derriten a consecuencia del calentamiento global. “Sólo imagine a las parejas del futuro sentadas en silencio. Relaciones basadas en actualizaciones de estatus. La habilidad para hablar o comunicarse cara a cara, completamente erradicada. Algo se debe hacer”, advierte en sus primeras líneas.

Hasta aquí, la intención y el tono catastrofista dan la apariencia de una convocatoria seria. El tono cambia en el capítulo Estadísticas inquietantes, con supuestos datos duros que más bien suenan a vacilada: “Si el phubbing fuera una plaga, sería capaz de diezmar al equivalente de seis veces la población de China”, “92% de desairadores reincidentes tienden a convertirse en políticos” y así por el estilo (la “numeralia” incluye un ranking de ciudades con mayor número de presuntos phubbers, en la que el DF aparece en noveno lugar, dato que algunos sitios informativos en español reprodujeron como si fuera cierto, sin siquiera preguntarse cuándo y cómo se levantó el censo o la encuesta que sustente tan peculiares cifras).

Toda esta “información” tiene el propósito de concientizar, con una pizca de humor negro, sobre la conveniencia de erradicar este comportamiento en una doble vía: por medio de carteles para colocar en bares y restaurantes en los que se invita a convivir más (los cuales están disponibles para su descarga en ese sitio) y exhibiendo públicamente a los adictos al celular con la publicación de sus fotos in fraganti, de tal forma que les dé pena.

Si el diccionario adopta finalmente el término phubbing el crédito debe dársele a Alex Haigh, graduado en mercadotecnia de Melbourne, Australia, que con la ayuda de unos amigos convenció a la agencia de publicidad McCann para desarrollar la campaña que —difundida por primera vez el 20 de julio por el periódico local Herald Sun— lo convirtió en celebridad instantánea al hacer global su frase: “Guarda el teléfono en el bolsillo y ten una charla en el mundo real”.

Llama la atención que quien abandere esta causa sea un chico de tan sólo 23 años, aunque esta circunstancia coincide con un análisis de Sherry Turkle, especialista del MIT, quien publicó en 2011 el libro Alone Together, una perturbadora investigación con base en cientos de entrevistas a niños y adultos acerca de cómo la tecnología se ha convertido en el arquitecto de nuestras intimidades, y halló entre los jóvenes una mayor propensión a formular las preguntas difíciles sobre cómo escapar de la saturación digital.

Quién sabe si Alex Haigh logre ese ambicioso propósito, pero por lo pronto ya declaró al Herald Sun que estaba cruzando los dedos por otro objetivo más conectado con su mundo real: encontrar trabajo. Esta falta de altruismo dará excusa a quienes opten por seguir siendo antisociales.

marco.gonsen@gimm.com.mx