David Páramo

Análisis superior

David Páramo

24 Mar, 2014

Cuello blanco, alma sucia

En los últimos tiempos no sólo han renacido los paladines de pago (que no cumplen con sus obligaciones financieras más por falta de voluntad que de recursos), sino también aquellos empresarios que a pesar de usar cuellos blancos en las camisas tienen el alma profundamente sucia.

Son un grupo de personas quienes, por sus actitudes y acciones, creen que el ser propietarios o ejecutivos de grandes empresas los coloca por encima de las leyes; que los gobiernos, la sociedad y sus clientes son una suerte de vasallos que deben seguir sus caprichos y perdonar sus acciones, las cuales suelen cruzar la frontera del delito.

Recurren a estrategias similares para defenderse, que podrían caracterizarse del siguiente modo: el país les debe mucho, sus acciones jamás son delito y, si resultan en quebranto, es por culpa de otros. Si sus acciones son cuestionadas, se hacen las víctimas de una conspiración que, jamás, tiene una explicación razonable.

La lista de estos parásitos empresariales, tristemente, está creciendo, desde los muy burdos, como Amado Yáñez, que construyó una red de corrupción y fraudes vinculados con Pemex, hasta las familias Azcárraga, Borja, Orvañanos, quienes causan daños similares o peores que los dueños de Oceanografía.

Paralelismos

Hay una gran cantidad de paralelismos entre las acciones de Gastón Azcárraga, Gilberto Borja, Luis Orvañanos y algunos otros que hoy enlodan la iniciativa privada.

Durante los años buenos de sus empresas construyeron una imagen personal como una suerte de gurús. De seres superdotados a los que se les debería tomar nota cada que hablaban, porque siempre parecía que lo estaban haciendo para la posteridad o, por lo menos, para tener una gran cantidad de citas que fueran recogidas por las generaciones posteriores.

Se veían a sí mismos y sus empresas como una suerte de salvadores de la patria a quienes se les debe rendir pleitesía. Contrariamente a sus discursos y su imagen pública, cometían errores fundamentales como empresarios.

Olvidan que si bien son los accionistas mayoritarios, en realidad representan a inversionistas que compraron acciones. Que tienen una responsabilidad sobre sus empleados, clientes, acreedores y, en general, de la sociedad de la que tanto les gusta hablar.

Azcárraga se hacía ver como el empresario que podía dar lecciones sobre la industria turística y que reinventaría la aviación mexicana.

Orvañanos, que apenas solicitó el concurso mercantil de GEO, se veía y se hacía ver como el más grande constructor de la historia, a quien deberían agradecer miles de mexicanos que “les dio casa” o algo así.

Los Borja parecerían tener un espejo que les dice una y otra vez que son los constructores más grandes del país y que sin sus obras los mexicanos seguirían viviendo en chozas o cavernas.

Errores

Los errores de estos empresarios evidentemente comienzan por la soberbia y dejar de tener contacto con la realidad, pero terminan cruzando la frontera del delito. Una avaricia desmedida y la convicción de que son totalmente impunes, que las reglas no se aplican con ellos.

No alcanzan a comprender que las acciones que se establecen en su contra son la consecuencia de sus decisiones y no campañas políticas en su contra por muy oscuros intereses políticos.

Azcárraga, quien hoy es perseguido por la justicia, se decía víctima de ataques por sus competidores, por quienes gobernaban y quién sabe cuántas historias más. Sin embargo, la realidad es que el problema fue que cometió un error gravísimo al tratar de ganar mercado a como diera lugar, sin tener razonamientos financieros adecuados y ante la adversidad comenzó a torcer la ley hasta el punto de sacar dinero de Mexicana de Aviación para desviarlo a favor de Grupo Posadas.

Ante las acusaciones en su contra, este individuo optó por las amenazas y los improperios. Por fugarse y seguir haciéndose la víctima de una conspiración en la que resulta increíble que dos administraciones federales de partidos políticos diferentes sean parte de ese complot.

Orvañanos

Orvañanos estaba convencido de que había logrado la fórmula perfecta para construir vivienda y que todos deberían seguir su ejemplo. Sin embargo, no tuvo el talento o capacidad para ver que el modelo se estaba agotando. Que el gobierno no mantendría permanentemente el programa de subsidios y que el nivel de deuda se estaba saliendo de control.

Por el contrario, el presidente de GEO optó por culpar al gobierno del cambio en las reglas y su poca adaptación. Que había una suerte de conspiración en su contra por señalar que se estaba equivocando.

Ante el agravamiento de la situación financiera, este hombre tomó otra pésima decisión, que, dicho sea de paso, es bastante frecuente entre estos criminales de cuello blanco: enviar a sus publirrelacionistas a decir que todo estaba arreglado, que no habría más problemas y que la solución sería verdaderamente fácil. Durante meses los aplaudidores de GEO hablaron del concurso mercantil preconcertado y algunas otras patrañas que no se dieron en la realidad.

Borja

En ICA también se revela otra de las grandes características de este tipo de personas. Los Borja, al partir de la base en que el país se los debe por las grandes obras que hicieron en el pasado o algo así, pueden hacer prácticamente lo que les venga en gana.

De acuerdo con las declaraciones públicas de estos empresarios, son víctimas de un muy exótico complot del gobierno de la Ciudad de México, aliado con el federal, sin poder precisar cuál es el fin de sus enemigos.

Aseguran que ellos cumplieron cabalmente con la obra que les pidieron en la Línea 12 del Metro, y no sólo eso, sino que son tan buenos, que podrían arreglarlo en 15 minutos, a lo Fox.

Sería mejor que en lugar de propalar mentiras como sus posibilidades de solución explicaran hasta dónde llegan los vínculos de corrupción y conflicto de intereses, entre otros, por los hermanos Horcasitas y la forma en como se autorizó esta obra, en la cual es evidente que ICA obtuvo contratos usando información privilegiada y que están fuera de cualquier norma ética al hacer una obra que sabían que no funcionaría.

Los paralelismos entre estas historias simplemente dejan claro que existe una casta de personas que usan cuello blanco, pero tienen alma negra.

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