Salo Grabinsky

Del verbo emprender

Salo Grabinsky

14 Jun, 2014

Los efectos del Mundial

Hago constar que escribo esta columna días antes de que empiece la Copa Mundial de futbol en Brasil y además que le voy a México (con cierto escepticismo, desgraciadamente), a Brasil y a España, en ese orden.

Pero ese no es el tema, sino los efectos que tiene este torneo en el mundo, sus consecuencias emocionales, políticas  y económicas y en los múltiples negocios que participan directa o indirectamente en este deporte.

En primer lugar, para qué hablar de los millones de  horas productivas a nivel global que se pierden por los juegos del Mundial. Y no sólo me refiero a los de nuestro equipo sino de aquellos países favoritos (Brasil Argentina, Alemania,  etc.) y los otros clasificados. Yo cambiaría algunos días perdidos por días extras en otras fechas y no me haría el occiso tratando dizque de trabajar, cuando está la televisión prendida (o las computadoras, tablets o celulares). En especial me refiero a doctores en salas de operaciones, conductores de todo tipo de vehículos o equipo pesado y cocineros-chefs, que, en un descuido, nos podrían intoxicar. No nos hagamos “guajes”, estas próximas semanas estaremos laborando a media velocidad y luego vienen las vacaciones de verano de los niños.

Ya en serio, les voy a dar una noticia impactante: El futbol es un GRAN negocio que involucra a miles de millones de dólares. La FIFA es una  corporación  lucrativa y sus socios son de los más variados, desde jeques árabes hasta fabricantes de todo tipo de productos. Del buen manejo de cada Copa Mundial, y los torneos que preceden a la calificación dependen literalmente que se ganen o pierdan muchas fortunas y empleos.

Ya más a fondo, los medios de comunicación, de todo tipo (internet, televisión, impresos, etc.) reciben y cobran cantidades millonarias por transmitir comerciales durante los partidos importantes de futbol, antes, durante e incluso después de que termine el torneo, por las repeticiones, sesudos debates de comentaristas y jugadores y, en general, de las expectativas cumplidas (o fracasos) de tal o cual equipo. El tema va para largo y lo saben aprovechar muy bien, ya que hay patrocinadores para todo.

En cuanto a lo sicológico, hay especialistas que han comprobado que del resultado de un partido o de la clasificación a la siguiente vuelta en esta justa, el ambiente social cambia y el de los electores también, así como los hábitos de compra (y de gastos innecesarios). Recién oí en la televisión al representante de una cadena de autoservicios que espera la compra masiva y de impulso de televisiones carísimas, para ver mejor un partido. Es tanta la neurosis que hasta hubo legisladores que se pronunciaron porque no se discutan leyes secundarias durante estas semanas porque todos estaremos distraídos por tal o cual juego y ...¡les pueden meter un gol! Les recuerdo que el futbol ha causado guerras en Centroamérica, asesinatos de futbolistas porque fallaron y disturbios. Todos le echan agua a su molino (vean a los huelguistas del Metro de Sao Paulo ¡ahora o nunca!, se plantean). No quisiera estar en los zapatos del gobierno de Brasil ahora y ¡aún faltan los juegos Olímpicos en 2016! Lo malo es que esto puede  desembocar en muertos y heridos.

Hay todo tipo de emprendedores que le sacan jugo a la afición futbolera, no hay duda, pero, sin abusar demasiado por favor (restaurantes, bares y hoteles, entre otros), además del comercio ambulante.

En resumen, yo ya pronuncié mi sermón y “moralina”. Ahora… me disculpan porque voy a ver todos los partidos que pueda y espero que México haga un papel decoroso.  Le echaremos  porras.

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