Salo Grabinsky

Del verbo emprender

Salo Grabinsky

19 Jul, 2014

Los adultoescentes

Perdón por la palabra del título, pero no resistí omitirla. Viene de un artículo que describe a una generación que se resiste a crecer. De los 20 a los 40 años  considerados adultos biológicamente hablando, pero siguen pensando y actuando como adolescentes. En un artículo sobre este tema, una inglesa llamada Marianne Power se autodescribe como una persona cuyos planes de vida se reducen a este fin de semana. Pensar en un trabajo estable, contraer  matrimonio (o vivir con su pareja), tener hijos o establecerse en un lugar fijo comprando  casa a plazos los rebasa y prefieren diferirlos a un muy largo plazo, o simplemente ignorarlos. Ya habrá tiempo, dicen.

Hay sesudas teorías acerca de estos jóvenes adultos que navegan sin rumbo por todo el orbe, pero a mi juicio la que  los describe es el miedo a comprometerse en algo que conlleve un riesgo que son incapaces de tomar. Por ejemplo, el de casarse y fracasar, tener familia y estar atados en labores de crianza, educación, salud y el esfuerzo físico, anímico y por supuesto, económico que esto significa. En cuanto a “sentar cabeza” como todavía decimos los viejitos (personas mayores de cuarenta años), adquiriendo bienes raíces con su correspondiente hipoteca a 30 años, trabajar en una organización como un empleado más y una disciplina  de horario, funciones y obediencia al jefe los deprime… y aterra. El efecto de esta generación ya se hace notar, por ejemplo en un artículo reciente del Washington Post, llamado El boomerang, que describe a un alto porcentaje de jóvenes salidos de carreras y posgrados en Estados Unidos y Europa que, al no conseguir trabajo (o al no buscarlo con la ingente necesidad de sobrevivir y mantenerse a sí mismos) optan por regresar al nido materno, con la diferencia de que sus padres ya están haciendo planes para retirarse e irse a jugar golf a zonas cálidas sin tener  mayores responsabilidades. ¿Se pueden imaginar el shock de muchas parejas cuando les cae  de nuevo el “angelito(a)” sin dinero ni trabajo estable y exige que lo mantengan de nuevo?

Se puede decir que este fenómeno de los adultoescentes es algo temporal, por las crisis económicas que hemos experimentado en las últimas décadas, pero otro factor es el tecnológico y científico. Para qué se preocupan las mujeres por su reloj biológico si la ciencia ha logrado limitar los problemas del embarazo a edades incluso mayores a los cuarenta años incluida la fecundación in vitro. Por lo tanto posponer el tiempo para procrear implica seguir gozando ser jóvenes, sin mayores problemas, viviendo al día.

Me encuentro a jóvenes treintañeros que simplemente no quieren pensar más allá del siguiente fin de semana y en relaciones limitadas a una o varias noches de parranda, lo cual está bien, aunque asumo que en algún momento debe cansar (¿ o tal vez no?).

Conste que no estoy pontificando ni juzgando, pero las estadísticas hablan de que las edades para matrimonios son ahora  varios años posteriores a las que eran hace unas décadas, tanto en hombres como en mujeres, a pesar del mentado reloj biológico. Según el artículo de la inglesa Power, existen muchos elementos para incluso retrasar o decidir no tener hijos de manera racional, para no crearse ataduras.

¿Qué sucederá con este segmento posjuvenil que vive al día? No lo sé, pero para los mercadólogos hay una veta para ofrecerles servicios y artículos que cumplan sus deseos (departamentos en renta, bares, restaurantes, viajes, ropa y cosméticos antiarrugas prematuras son los que vienen a mi mente). Mientras tengan  dinero propio o de sus papás, hay un nicho.

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