Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

4 Ago, 2014

Peligroso populismo de Madero y Mancera

Algunos de los más graves errores económicos que se han cometido en México se deben a que los políticos deciden ganar votos sin importar lo que cueste.

Eso es lo que mueve a Gustavo Madero, presidente del PAN, y a Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del Distrito Federal, a emprender una campaña en favor de aumentar el salario mínimo por decreto, “para que alcance para cubrir todas las necesidades básicas”.

Madero quiere hacer una consulta popular para ver si la sociedad está de acuerdo en que se aumente el salario mínimo porque cree que con ello el PAN conquistará de nuevo el voto ciudadano y con eso regresará a Los Pinos en 2018.

Con la misma campaña en favor de aumentar el salario mínimo, Mancera quiere recuperar la popularidad perdida por sus desaciertos como jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

A ninguno de los dos les interesa si la medida es adecuada, si tendrá buenos o malos resultados para el país. Lo único importante para Madero y Mancera es que con ello logren el apoyo de los ciudadanos.

Es verdad que, derivado de las elevadas inflaciones de las últimas tres décadas del siglo pasado, el salario mínimo perdió su poder de compra; no fue sino hasta que la inflación bajó de los dos dígitos y llegó a los actuales niveles, entre 3% y 4% anual, que el salario mínimo ha recuperado poder adquisitivo, sin que ello signifique que sea suficiente.

En estos momentos, poco más de cinco millones de personas, esencialmente jornaleros agrícolas, cobran salario mínimo; casi nueve millones de trabajadores cobran entre uno y dos salarios mínimos; 9.2 millones reciben entre dos y tres salarios mínimos; casi ocho millones cobran entre tres y cinco salarios mínimos, y sólo poco más de cinco millones tienen ingresos que superan los cinco salarios mínimos.

Es decir, la medida que impulsan Madero y Mancera beneficiaría a poco más de cinco millones de trabajadores.

La gran pregunta es si aumentar los salarios por decreto es la forma adecuada de darle mayor poder de compra a los trabajadores.

Por desgracia, la respuesta es que no.

En México ya se probó la receta.

Cuando gobernaba José López Portillo se determinó un aumento salarial por decreto de 10%, 20% y 30% según el nivel de ingresos de los trabajadores, después de la devaluación de febrero de 1982. Y lo que se logró fue una oleada inflacionaria que en unos cuantos meses se comió esos aumentos y provocó que el peso se hundiera frente al dólar. Vale la pena recordar que en ese 1982 el tipo de cambio empezó en 19 pesos por dólar y terminó el año en 117 por dólar.

El siguiente gobierno, el de Miguel de la Madrid, decretó que para evitar que el salario se deteriorara hubiera aumentos salariales dos veces por año. En ese sexenio, el salario aumentó dos mil 97% y la verdad es que esos aumentos por decreto contribuyeron a una inflación galopante, que en el sexenio fue de tres mil 710%.

El problema del salario mínimo no reside en que no se haya aumentado lo suficiente, sino en que la inflación fuera de control que vivió el país durante décadas afectó seriamente el poder adquisitivo de los mexicanos; hizo miserables a los pobres y pobres a las clases medias.

Las crisis económicas recurrentes de los últimos 30 años del siglo pasado provocaron que más de la mitad de la población cayera en la pobreza.

Para completar el cuadro, el bajo crecimiento crónico de la economía mexicana ha impedido que el número de pobres disminuya.

Ojalá que fracase el populismo de Gustavo Madero y de Miguel Ángel Mancera y se evite un nuevo desacierto económico, similar a los que provocaron 30 años de espirales de inflación-devaluación que hundieron en la pobreza a millones de mexicanos.

Hasta el próximo lunes con nuevas… Perspectivas.

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