Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

23 Sep, 2014

¿Por qué nuestro discurso se aleja, cada vez más, de la realidad que enfrentamos?

Dos son las características del discurso oficial que ha prevalecido en México desde 1988, cuando menos; ellas son el triunfalismo y el alejamiento de la realidad que el mundo ha venido enfrentando este cuarto de siglo transcurrido desde aquel año.

La visión perversa que parte de la unicidad mexicana, lejos de haberla erradicado a golpe de fracasos y crisis durante esos 25 años, la hemos mantenido por encima de los hechos, y a contrapelo del cambio y el progreso que el resto del mundo ha experimentado.

Poco nos importa que los problemas se compliquen día con día por lo que a la fecha, dado que la clase política los juzga irresolubles o porque no está dispuesta a pagar el precio político que implicaría enfrentarlos con la debida seriedad, menos a definir las soluciones correspondientes y aplicarlas sin vacilación alguna, recurrimos al viejo y conocido recurso que nos viene desde los años setenta del siglo pasado: el triunfalismo e ignorar la realidad, tanto interna como externa.

Hoy, para no variar, damos muestra clara de ello; ¿al hacerlo, en verdad pensamos que el México que describimos afuera, es el que aquí enfrentan decenas de millones? Es más, ¿en verdad pensamos que allá donde vamos, donde sin el menor recato describimos una visión casi idílica de las cosas que aquí pasan, la aceptan como reflejo objetivo de la realidad que nuestra economía, por ejemplo, enfrenta hoy?

¿Qué tanto más podremos aguantar haciendo esto? ¿Acaso nunca se va a agotar la resistencia de esta realidad, que cada día es más costoso encubrirla, maquillarla? ¿Es que la mayor de nuestras virtudes es, así lo dejamos ver, patear el bote hacia adelante o actuar bajo la premisa de que el que venga atrás que arree?

Hoy, México es una economía abierta; nadie debe poner en duda esta realidad. En consecuencia, nuestras vergüenzas son conocidas al detalle por los interesados en ella; las razones que los llevan a interesarse por nuestra realidad pueden ir de los riesgos que corren aquí sus inversiones hasta las implicaciones que para su seguridad nacional tendría la desestabilización política interna.

En la globalidad, aun cuando cueste trabajo entenderlo y aceptarlo, pocos son los secretos que pueden ser mantenidos por los países y su clase política; para decirlo claro: todo se sabe, y se sabe pronto.

Si los países que han tomado riesgos elevados aquí y allá, mantienen en los ambientes públicos una actitud elogiosa —plagada de zalamería e hipocresía diplomática—, es precisamente por esto, porque el trato público entre Estados y gobiernos a eso obliga; a no decir en público la verdad que ofende, sino la lisonja que reconforta y da confianza.

Lo peligroso entonces, por favor, no lo olvidemos, no es que en lo público así se proceda sino que pensemos que lo que ahí se dice, es verdad; lo que los gobernantes se dicen frente a audiencias públicas, es el maquillaje que disfraza las imperfecciones, una mancha por aquí  y un granito por allá.

Al final del día, habría que empezar a madurar para no hacer el ridículo presumiendo lo que no somos, sino para comprenderlo y aceptarlo; para entender y aceptar también, que lo que somos, y la gravedad de nuestros problemas, son bien conocidos allá afuera y aquí adentro.

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