Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

3 Dic, 2014

Tecnología y gobierno

Hace un año, entró en vigor la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud del presidente Obama (Obamacare), después de arduos debates en el Congreso de Estados Unidos y posiciones partidistas muy marcadas. En el centro de esta discusión estaba el uso de la tecnología como instrumento para crear un gran mercado digital de pólizas de seguro para abaratar costos, eliminar asimetrías y crear una mayor cobertura para 45 millones de nuevos usuarios de salud. Es así la mayor iniciativa tecnológica de gobierno en EU. En México, durante dos años se ha intentado hacer algo similar en todos los trámites y servicios del gobierno de la República a través de la llamada Estrategia Digital Nacional. 

Con la Estrategia Digital, desafortunadamente, en nada o poco ha avanzado desde su lanzamiento. Sin duda fue un gran acierto tener al fin una política pública de bienes y servicios gubernamentales digitales coordinada y reconocida desde Los Pinos como ya se ha hecho en otros países. Sin embargo, al igual que con Obamacare en un inicio, los objetivos han sido mal manejados y las expectativas fueron muy grandes.

La diferencia es que Obamacare es una plataforma tecnológica cuyo objetivo era muy particular en un mercado de salud en problemas. Esta política fue también reformulada una vez que los errores se hicieron manifiestos. En nuestro país la estrategia fue lanzada sin mayores sustentos de creación de valor que el de “digitalizar” a México; una referencia y copia de un artículo escrito por Raúl Katz, experto en regulación de telecomunicaciones de la Universidad de Columbia.

El problema fue, y continúa siendo, que la estrategia no se diseñó con una consulta pública, con tiempos, pruebas y objetivos concretos. En vez de ello, ha servido únicamente como una plataforma para acudir a viajes y conferencias en donde se repite lo mismo sin ningún avance visible. La generalidad y abstracción se han apoderado de políticas complejas como poner en línea más de siete mil trámites, la cartilla de salud electrónica y la interoperabilidad de los sistemas de todas las dependencias, políticas que en su mayoría no dependen directamente de la oficina creada en Presidencia para dichos fines.

Desde un punto de vista operativo, lo mejor hubiera sido el despliegue gradual de la página de internet y los servicios que se quieren ofrecer, haciendo pruebas con metas muy definidas en tiempos realistas. Sin embargo, se lanzó todo de golpe pensando únicamente que un lanzamiento público y rápido lo resolvería. Se quiso abarcar mucho al mismo tiempo.

La Reforma constitucional en materia de telecomunicaciones ha sido hasta ahora la principal y más acertada política relacionada. La Estrategia Digital tiene la oportunidad de complementar estas reformas al brindar una plataforma para que los ciudadanos puedan acceder a estos servicios en línea y bajar los costos de transacción. Tampoco hay que olvidar la experiencia, capacidad y políticas de inclusión a cargo del programa México Conectado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

Tenemos una gran oportunidad por delante para replantear y relanzar esta Estrategia en nuestro país. Obamacare sirve de lección.

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