Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

25 Feb, 2015

Empresas, ¿productivas? del Estado

Con la aprobación del nuevo marco jurídico constitucional del sector energético el año pasado, los paradigmas del sector se modificaron sustancialmente. Principal a todo ello fue la atracción de inversiones privadas al sector, algo impensable hace tan sólo unos años. Los mercados internacionales reaccionaron con optimismo, el gobierno quedó como el gran reformador y se demostró que los partidos políticos sí se pueden poner de acuerdo. Sin embargo, con el entorno internacional que surgió desde mediados del año pasado, la caída del precio del petróleo y los consecuentes recortes en el presupuesto del Gobierno de la República y Pemex, las reformas se han visto atenuadas.

Desde la expropiación petrolera en la década de 1930 hasta principios de la década de dos mil, Pemex exploraba y explotaba yacimientos de bajo riesgo. Sin embargo, con la madurez de Cantarell a mediados de 2000, la extracción de petróleo se convirtió cada vez más arriesgada e intensiva en capital. La producción de petróleo se desplomó rápidamente, no obstante los esfuerzos del gobierno para evitar esto.

Por más inversión pública que se ha hecho en los últimos diez años en la exploración de hidrocarburos, los niveles de producción han venido en picada de un histórico de 3.4 millones de barriles por día en 2004 a 2.5 millones de barriles al día de hoy. Pemex sigue siendo el gran empleador de nuestro país (150 mil empleados) y un nido de vicios arrastrados desde hace años que le hacen perder competitividad. Las reformas secundarias fueron cruciales para proporcionar a la empresa con las herramientas necesarias para competir en un nuevo paradigma del sector energético, inmerso ahora en la competencia con empresas privadas.

Ante esta coyuntura, Pemex tiene retos internos y externos que deberán abordarse ahora ante la caída del precio del petróleo. Por ejemplo, alrededor de 30 por ciento del presupuesto federal proviene de los ingresos de Pemex y el sector energético, lo que dificulta la reinversión en nuevos proyectos de exploración y extracción.  La simbiosis entre Pemex y el Estado mexicano requiere de la empresa para garantizar las finanzas públicas del país.

Por otra parte, la operación de la empresa deberá ser reestructurada para hacerla más eficiente. Hay múltiples actores con intereses comerciales y políticos arraigados dentro de Pemex que van desde el sindicato hasta los proveedores de productos y de servicios, y los empleados retirados, entre otros. Por ejemplo, el acuerdo del sindicato con Pemex le permite participar en negociaciones de contratos, prácticas de contratación y, hasta hace poco, incluso, en su Consejo de Administración.

Por ello, los retos de Pemex no serán menores. Se enfrentará a una creciente competencia por proyectos estratégicos con empresas más eficientes y con mayores capacidades técnicas y de capital. Emilio Lozoya ha ya anunciado diversas acciones que van desde la centralización del proceso de compras hasta la restructuración orgánica y laboral de la empresa. Éstas son apenas algunas acciones que deberán de servir para afianzar las reformas y como catarsis de las prácticas ineficientes del pasado.

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