Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

22 Abr, 2015

Cero … en economía conductual

En estas épocas de cobro de impuestos, el SAT y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público divulgan campañas agresivas de recordatorios a los contribuyentes para pagar sus impuestos y evitar multas. La diferencia, en este año y el pasado, es que se le ha dado un aspecto positivo al pago de impuestos: aquellas personas que pagaran sus impuestos a tiempo, por ejemplo, tendrían mayores posibilidades de obtener una devolución para poder gastarlo en lo que mejor les conviniera. El resultado, en parte de ello, fue que, el año pasado, se logró la cantidad más alta de declaraciones anuales de personas físicas. 

Este anuncio utilizó y modificó la conducta de los contribuyentes mediante algo tan sencillo como darle un vuelco positivo —las devoluciones— a algo con una connotación negativa —el pago de impuestos—. Así, el gobierno de la República, como muchos otros alrededor del mundo, utiliza los sesgos de la conducta de las personas para inducirlos a llevar a cabo ciertos comportamientos. Desde luego, no son los únicos métodos pero sí han probado ser bastante eficaces en su implementación.

Durante la última década se han creado unidades de innovación gubernamental en países como Gran Bretaña, Estados Unidos y ciudades como Nuevo Orleans, Nueva York y Boston.

En México, la Secretaría de Hacienda, a través de una de sus Unidades, planea estas prácticas. Todos ellos utilizan métodos de modificación de conductas de los ciudadanos para lograr objetivos que van desde aumentar la recaudación de impuestos hasta bajar los índices de homicidios y hacer las calles más seguras.

Incluso, estos conceptos no son exclusivamente utilizados por gobiernos sino también por empresas. En Estados Unidos, por cierto,  algunas empresas de energía han realizado experimentos para empujar a los consumidores a que paguen sus recibos de luz mediante la publicación de comparativos del porcentaje de cumplimiento de pago de una colonia en el recibo —el mismo concepto adoptado por la Tesorería del DF en el impuesto predial—, lo que, increíblemente, lleva a los consumidores a pagar sus recibos de luz con mayor frecuencia y puntualidad.

Sin embargo, existen también ejemplos en donde estos sesgos conductuales se utilizan para confundir al consumidor: las empresas de telecomunicaciones en nuestro país y, hasta hace algunos meses, el sector bancario. Ambos sectores apuestan porque los consumidores hagan cálculos mentales rápidos para computar cosas como los intereses compuestos que deben pagar por un crédito e, incluso, los servicios que requieren en un plan de internet, teléfono o mensajes.

¿Quién de nosotros no ha caído en la confusión de leer un folleto de un plan de telefonía y contratar un servicio por el que acabamos pagando más en servicios como los mensajes SMS o datos? ¿Quién entiende, por ejemplo, las facturas de Telcel? Todos se basan en la complejidad de opciones. Entre más alternativas, resulta mucho más complejo para el consumidor entender sus planes o facturas.

El tema ha sido tradicionalmente estudiado en aspectos de protección al consumidor. Sin embargo, las agencias regulatorias especializadas como el IFT, la Cofece y otras deberán, cada vez más, tomar en cuenta estos sesgos de conducta. De lo contrario, todos sacaremos un cero… en economía conductual.

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