David Páramo

Análisis superior

David Páramo

24 Nov, 2015

Tómenlo con calma

Partiendo de la base de que la desindización del salario mínimo fijado por la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos como unidad de cuenta es una medida total y absolutamente correcta, se debe tener mucho cuidado con el manejo político que se está haciendo de la medida.

La semana pasada, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México opinó que, tras la medida, habría espacio para que el salario mínimo subiera a 82 pesos de una manera inmediata. A Miguel Ángel Mancera parece que se le olvidaron detalles de fondo y forma al hacer esa afirmación.

Por principio de cuentas, la desindización del salario mínimo fijado por la Conasami aún no está en firme, puesto que se trata de una reforma constitucional que deberá ser aprobada por la mitad más uno de los congresos estatales. No es seguro que alcance el tiempo para esta aprobación, más, que sea promulgada antes de que la Conasami tenga que tomar la decisión del salario mínimo a partir del primer día del año próximo.

También los legisladores tienen que aprobar la ley que dé origen a la Unidad de Medida y Actualización que tendría que aplicar el Inegi para sustituir al salario mínimo fijado por la Conasami para actualizaciones, multas, recargos y los créditos del Infonavit, que necesariamente deberán transitar al crédito en pesos, como el programa piloto que ya tiene la dependencia encabezada por Alejandro Murat.

En segundo lugar, ¿de dónde saca que el número correcto es 82 pesos? Cuando se hizo el análisis en la Ciudad de México, sus economistas, coordinados por Isaac Chertorivski, determinaron que ése era el número prudente; sin embargo, hay dudas sobre la metodología y la forma a la cual se llegaría a este incremento.

Seamos particularmente puntuales en el tema. El salario mínimo no debe ser fijado por decreto, guiado por intereses políticos o de lucimiento personal, sino poniendo en el centro de la decisión a los trabajadores.

Si, como lo demuestra la experiencia internacional reciente o el pasado en México, se aumentan por decreto los salarios, son comidos por el alza de precios, que termina dañando mucho más a las personas que menos tienen, puesto que la inflación es lo que genera mayor pobreza y concentración de la riqueza en pocas manos.

El aumento del salario mínimo y de cualquier otra remuneración debe ir aparejado de un incremento en la productividad o dañará a los trabajadores, también por la vía del desempleo que se genera con la inflación y la caída en las ventas.

Es necesario tener mucho cuidado y evitar que una buena medida económica termine generando más problemas de los que se pretende solucionar.

CORRECCIONES

Todos los sudamericanistas que viven obsesionados porque México adopte los “milagros económicos” de Venezuela, Brasil o Argentina, deberían hacer una revisión de sus afirmaciones.

En las tres naciones sí fracasó el modelo económico que en México quieren imponer. En ellos, el desorden de las finanzas públicas se convierte en escasez, inflación y caída en los niveles de vida de la población.

Durante una buena parte del sexenio pasado había quienes, a gritos, pedían las medidas que aplicó Brasil: hoy esa nación tiene una caída en su PIB, mientras que México es una de las dos o tres naciones que más crecen en el continente y, según el FMI, la que mejor desempeño económico ha tenido durante este año.

El primer discurso de Mauricio Macri, tras ganar las elecciones en Argentina, fue que daría un golpe de timón para dejar atrás las políticas populistas y equivocadas que ha seguido esa nación durante los gobiernos populistas.

Ofrece que la inflación bajará en un periodo de dos años y que caminarán hacia un tipo de cambio único y libre. En el menos malo de los casos, la nación sudamericana tiene un retraso de 12 años, con medidas que en México han sido especialmente exitosas y le han permitido solventar la volatilidad en el tipo de cambio y llevar la inflación al menor nivel del que se tenga registro.

Decisiones como las del pueblo argentino demuestran que la gente se cansa del populismo y sus productos milagro, puesto que la única manera de progresar es con medidas correctas, implementadas en México durante más de dos décadas.

Las experiencias del sur deben servir para que México redoble el esfuerzo y la dedicación en mantener la estabilidad económica.

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