David Páramo

Análisis superior

David Páramo

25 Nov, 2015

¿Y la crisis?

El Inegi dio a conocer que, al término de la primera quincena de noviembre, la inflación tocó un nuevo mínimo histórico al ubicarse en 2.27% a tasa anual. Muy, pero muy lejos del 4.16% que, en el mismo periodo, registró el año pasado.

En agosto, individuos tan irresponsables como faltos de seriedad, como Rodrigo Alpízar y Manuel
Herrera
, líderes de Canacintra y Concamin, respectivamente, aseguraron que los empresarios no aguantaban más y, por ello, le exigieron a papá gobierno que les diera apoyos ya que, insistían, no toleraban más embates. A causa de eso,  advirtieron, habría una escalada de precios a partir de septiembre. Un mes en el que, paradójicamente, la inflación ha comenzado a disminuir de una forma sostenida, hasta llevarla a seguir imponiendo marcas mínimas desde que existe un registro histórico (1970). Antes, el Banco de México la estimaba en 2% anual.

La inflación es el impuesto más injusto e inaceptable para la población, puesto que le quita el salario a los trabajadores de menores ingresos antes de que lo reciban y, además, concentra la riqueza en pocas manos. Antes de cobrar su pago les alcanza para menos.

Sin duda, el mejor éxito de la política económica mexicana es que la inflación se encuentre en niveles históricamente bajos, a pesar de la volatilidad en el tipo de cambio y la incertidumbre en la economía internacional.

Es, sin lugar a dudas, el mejor aval de que las políticas económicas seguidas en los últimos 20 años son las adecuadas y protegen, ciertamente, el bolsillo de los mexicanos aumentando su poder de compra, como lo corrobora el crecimiento, a casi dos dígitos de las ventas de la ANTAD, y los datos que el miércoles dio a conocer el Inegi sobre los ingresos de sectores como comercio y servicios.

La recuperación salarial no se da “tratándose de tirarse de la bicicleta”, como dice Salomón Chertorivski, luego de que supo, en voz de Alfonso Navarrete Prida, que lo más probable es que el salario mínimo se incremente por encima de la inflación, lo que sería un aumento en términos reales en el poder de compra de las personas.

Quienes hoy tratan de minimizar la importancia del bajísimo nivel de la inflación en el país, lo hacen de una manera, francamente, mezquina e inaceptable; olvidan —o fingen hacerlo— que las épocas en las que mayor pobreza se ha generado en el país son, precisamente, aquellas en las que la inflación está fuera de control. Tener una inflación tan baja, con un crecimiento de la economía a tasa anual de 2.6% es, sin temor a equivocarse, la prueba más irrefutable de que las políticas económicas que, desde hace un par de décadas, se han emprendido son las adecuadas y que, incluso, no sólo deben mantenerse sino profundizarse.

MEZQUINOS

Quienes están obsesionados con encontrar una crisis en México y, no contentos con eso, ahora también quieren esparcir sombras de duda y recelo sobre la autonomía del Inegi, justo cuando Eduardo Sojo se acerca al fin de su periodo como presidente de ese instituto. De entrada, deberían determinar que, en el caso del Inegi, el Jefe del Ejecutivo nombra directamente a su sucesor, sin que tenga que pasar por el Senado de la República.

En segundo término —y sin restarle un ápice al gran talento económico de Sojo Garza-Aldape—, él no es el Inegi. Dicha institución ­—y hay que recalcarlo— se compone, en realidad, por la suma de aciertos que obtiene todo su personal. Creer que su presidente lo es todo significa asumir una de esas actitudes totalitarias, a la manera en como hacen los seguidores de Andrés Manuel López Obrador.

Más que estar haciendo debates, cada vez más intrincados sobre el presunto riesgo a la autonomía del Inegi (como para tratar de menospreciar las grandes cifras financieras que reporta el país que ese instituto sólo se encarga de compilar), legisladores y algunos otros opinadores deberían concentrarse en seguir fortaleciendo a una institución que hace un trabajo estadístico, no político.

Habrá que tener cuidado con quienes tratan de ensuciar el proceso de selección del nuevo titular del Inegi, puesto que una persona no puede, no debe, dar validez a una institución, sino, más bien, el trabajo de quienes la componen.

Quien le diga que  no le gusta el sucesor de Sojo Garza-Aldape, porque estará vendido al gobierno de Enrique Peña Nieto, entonces que le explique en qué momento se vendió el actual presidente del Inegi al gobierno en turno.

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