Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

12 Oct, 2016

¿Nacen o se hacen?

El manual de referencia en la materia los describe como preocupados por fantasías de poder, éxito, intelecto, belleza o la pareja perfecta. Exageran sus logros y talentos. Se creen superiores y por lo tanto únicamente pueden ser entendidos por aquellos de su mismo nivel. Necesitan admiración constante, toman ventaja de otros para obtener lo que quieren, son arrogantes, carentes de empatía y mentirosos patológicos.

Si alguna de estas características le suena familiar es porque seguramente ha sido expuesto a las mentiras, el cinismo y la arrogancia de personas que sufren de una enfermedad mental llamada trastorno de personalidad narcisista. Durante varios meses hemos sido bombardeados por las mentiras y odio del mejor ejemplo de ello, el candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. Sin pretender ser sicólogo, Trump muestra todas las señales de ser un narcisista empedernido; incapaz de aceptar sus errores (siempre son culpa de alguien más), mentiroso patológico (“yo no apoyé la guerra de Irak”), arrogante, carente de empatía y muchas otras características que lo hacen idóneo para este diagnóstico.

Trump es, posiblemente, un síntoma más de los espectáculos del proceso democrático y de una sociedad que enaltece a aquel que miente más, demuestra proezas dramatizadas, tiene seguidores lobotomizados y ennoblece como héroe a aquel que no tiene talentos, pero sí miles de seguidores en redes sociales. Vivimos en una época del reflector fácil y triunfos sin respaldo. Ahí florecen los narcisistas; en la que su facilidad de palabra los hace reflectores fáciles, pero intolerantes a cualquier crítica.

Ante una sociedad multiétnica y más tolerante, Trump se alza como el salvador de la raza blanca del bible belt, cansados de la falta de movilidad social y la pérdida de privilegios basados en el racismo de antaño. Su apoyo está principalmente en los hombres blancos, sin educación universitaria, de zonas conservadoras, desgastados por la crisis de 2008 y el liberalismo de las costas este y oeste de EU. La crisis que ha causado en su partido ha sido mayúscula. El cisma inevitable. El producto del desastre que fue el gobierno de George Bush desencadenó adefesios como el Tea Party (rama ultraconservadora del Partido Republicano) y ahora Donald Trump.

En México vienen a la mente personajes que seguramente sufren del mismo trastorno o características parecidas. Como excandidatos a la Presidencia y sus aires de salvación redentora; o más recientemente, Javier Duarte, con su arrogancia y actitud de infalibilidad endiosada.

Será que estas personas ¿nacieron o se hicieron narcisistas? Es altamente probable que la mezcla de precondiciones, medio ambiente y entorno hagan a muchos tener éstas. Sin embargo, en el caso de Trump, me queda claro que nació, creció y se reprodujo con un trastorno mental narcisista y el poder lo aumentó exponencialmente.

NARCISISMO PROPIO…

Mañana modero un panel del Harvard Business Review Summit en el IPADE sobre la relación México-EU. Participan el Prof. David S. King de Harvard y Peter Hakim, de Diálogo Interamericano.  www.hbrsummit.com.

                *Socio de www.Techonomics.mx

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