Adina Chelminsky

Aprendiz de brujo

Adina Chelminsky

14 Oct, 2016

Lo que, al emprender, les quiero enseñar a mis hijos

La primera lección del “Manual Indispensable para Padres Exitosos” (ese que no existe, pero que todos los que somos padres seguimos so pena de condenar a nuestros hijos al diván del sicoanalista) dicta que tenemos que enseñar con el ejemplo, que nuestros hijos ven y copian más de lo que escuchan.

Además de las razones económicas, sicológicas y sociológicas que me han empujado a abrir una nueva empresa, también están las lecciones que le quiero dejar a mis hijos.

El emprender no es un camino que asume la persona que abre el negocio por sí sola, de corbata se lleva a su familia. En un principio la nueva empresa, tal como un bebé que nace, absorbe el tiempo, la atención y la vida del emprendedor.

Con la pareja puede (¡debe!) existir un proceso de diálogo sobre lo que esto implica, pero con los hijos es diferente.

Por más que se les explique que “mamá/papá va a abrir un nuevo negocio”, la rutina y la dinámica de la casa cambian de manera importante, cambios que pueden tener que ver con la parte económica de la casa o con la disponibilidad de tiempo de los padres.  No es que las cosas “cambien para mal”, pero definitivamente la normalidad se vuelve diferente.

Creo, quiero creer, que cuando un padre se arma de valor y emprende un nuevo negocio, los hijos perciben lecciones importantes. En mi caso, más allá de la locura diaria y de las ausencias, espero que mis tres hijos se queden con estas lecciones y que, en algún momento de su vida, les pueda servir… Espero no caer mucho en clichés o lugares comunes:

-La vida es cuestión de valor… Vivir en la zona de confort es, a fin de cuentas, venderse muy barato.

-No importa cuánto tengas o cuánto creas haber logrado, hay veces que tienes que empezar desde cero… Y esto implica una enorme, enoooooorme humildad.

-No importa si tienes 14, 24 o 40 años… siempre tienes que continuar aprendiendo. Incluso cosas que pensaste nunca poder, o querer, aprender.

-Pocas cosas hablan tan bien de ti como tener buena ortografía. Aun en los chats o texts. Puedes ser un genio, pero si escribes o redactas mal, estás perdido.

-Si por mucho madrugar amanece más temprano… La suerte la reparten bien tempranito en la mañana. No hay valor más importante en la vida que el valor del compromiso hacia el trabajo.

-Hay cosas que están fuera de tu control. Y hay veces que, por más que trates, las cosas no van a salir como tu quieres que salgan… Y en esos casos, lo único que queda es levantarse, sacudirse, aprender la lección y seguir adelante.

-A veces las cosas salen mal no porque hay un complot global en tu contra, sino porque TÚ te equivocas. Metes la pata. La riegas garrafalmente. Aplica la misma solución que en el punto anterior.

-Está bien llorar (sentado, no tanto como lloro yo) pero una lágrima de frustración o tristeza es, a veces, necesaria.

-Si no lo aprendes en la escuela, necesitas aprender en la vida a ser un buen vendedor y un buen orador.

-El aprender a hacer equipo debiera ser un sacramento.

-Si tienes la suerte de emplear a más gente, tu primer compromiso es con ellos. El primer punto de éxito real de un emprendedor es el poder emplear, y dar una fuente de empleo de largo plazo, a más personas.

-Para emprender y en la vida en general necesitas un buen equipo de apoyo. Nadie puede hacer todo por sí solo. Construye uno (sean familiares, amigos, empleados…) y agradécele a Dios todos los días de tu vida (y a ellos de vez en cuando) el papel que juegan en tu vida.

-Y por último, no importa cuán exitoso seas en tu negocio, la riqueza más importante que puedes acumular son las caritas sonrientes que ves llegando a tu casa… Todo el esfuerzo del día de trabajo vale la pena cuando oyes al llegar a la casa: “Ma, ¿cómo te fue hoy en el trabajo?” (aún cuando esté seguido de …“Necesito que me vayas a comprar cosas a la papelería”).

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