Edgar Amador

Edgar Amador

7 Nov, 2016

Keynes, el FMI, y el BM: Una casa vieja para un mundo nuevo

John Maynard Keynes murió hace setenta años, en abril de 1946, de un infarto tras regresar de la primera junta de gobernadores del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI). No pudo ver a sus últimas creaciones fructificar. Keynes no sólo transformó la disciplina económica, sino que fue uno de los creadores de la arquitectura financiera internacional tal y como existe hoy, diseñando junto con Harry Dexter White el FMI y el BM.

El genio de Keynes vio claro que los problemas económicos necesariamente requieren una coordinación internacional. Se percató de que el ciclo económico, comercial y monetario de países y regiones se interconectaban y que la forma de resolver los problemas era tratando a la economía global como un todo. Cierto, el esquema sobre el que el FMI-BM fue fundado fue más similar al propuesto por el americano Dexter que al diseñado por Keynes (y muchos piensan que las cosas hubieran sido distintas de haber sido al contrario), pero los trazos generales de la arquitectura portan la marca keynesiana sin duda.

El déficit comercial de un país es el superávit de otro; si una economía importa capitales es porque otras los están exportando, los desequilibrios de balanza de pagos entonces deberían de ser atendidos por una instancia internacional, razonó Keynes, diseñando el FMI. Una de las fuentes de crecimiento es el capital, para ello el BM debería destinar el capital aportado por los países ricos hacia los países pobres. Los gemelos de Bretton Woods fueron diseñados por Keynes y Dexter para producir crecimiento con equilibrio, una visión tan de largo plazo que setenta años después ambas instituciones siguen siendo columnas de la economía global.
      La arquitectura de Bretton Woods, sin embargo, ya no es suficiente, pues los problemas que buscaba atender, si bien persisten, han cambiado de naturaleza, y lo que es más importante, han surgido problemas nuevos que no caben dentro del arsenal ni los alcances de la casa de Bretton Woods.

Las dos últimas recesiones globales, la de 2000 y 2008-2009 son muestra de esa insuficiencia. Ambas fueron originadas por inflación en los precios de activos financieros por parte de inversionistas individuales e institucionales, hasta el punto en que al reventar la burbuja especulativa los efectos esparcidos sobre el resto de la economía indujeron una caída en el producto y una reducción en el empleo.

El mundo de Bretton Woods funcionaba distinto: Estados Unidos era el principal exportador de capitales y los países en desarrollo eran los mayores importadores. Por eso el dólar fue el centro del sistema monetario. Hoy, EU es el principal importador de capital y los países en desarrollo son los principales exportadores. Y, sin embargo, el dólar sigue siendo el centro del sistema monetario, provocando una asimetría de la cual muchos dicen se desprende un señoreaje que incentiva a la toma excesiva de riesgo por parte de los mercados financieros de  Estados Unidos.

La causa de las últimas dos recesiones no han sido perturbaciones en las balanzas de pago (FMI) de los países en desarrollo, ni falta de capital para el crecimiento (BM). Ha sido, incluso, quizá el exceso de capital de los países en desarrollo fluyendo hacia los países desarrollados, notablemente EU, lo que podría haber causado la inflación de activos.

La respuesta que un sindicato informal de bancos centrales, comandados por la Fed de EU, ha tenido que dar al pinchazo de la burbuja de activos mostró cómo las instituciones de Bretton Woods tuvieron un rol pasivo, en el mejor de los casos, en la resolución de la urgencia económica de 2008-2009. Los gemelos no tienen las armas necesarias para cumplir con lo que fueron mandatados: estabilizar la economía global e impulsar el crecimiento. Ante la falta de una arquitectura adecuada, los bancos centrales, a regañadientes, han cumplido ese papel de manera apresurada y coordinándose sin existir reglas del juego para su cooperación extramuros.

Se suponía que el FMI fuera el prestamista de última instancia en caso que países necesitaran recursos para fondear sus balanzas de pagos. La última crisis fue atendida por la Fed, quien entró como prestamista de última instancia de los bancos y los mercados para detener el contagio hacia el resto de las economías del mundo. Lo que vino después fue lo contrario del diseño original, con Europa convirtiéndose en el principal receptor del FMI.

La reciente reforma del FMI otorga mayor relevancia a países como China y la India para equiparar sus derechos de voto con su participación en la economía y el comercio mundiales. Eso está bien, pues equilibra la geografía de los déficit y los superávit globales de acuerdo con los tiempos. Pero falta algo, pues los shocks económicos recientes han venido de la inflación de activos, y no de flujos, y ante eso ni Bretton Woods ni nadie sabe hasta el momento qué hacer.

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