Adina Chelminsky

Aprendiz de brujo

Adina Chelminsky

13 Ene, 2017

Cosas buenas que parecen malas ¿o es al revés?

Tiempos interesantes, dirían los chinos. Estos que estamos viviendo. El Yin y el Yang siempre coexisten. Lo malo viene con lo bueno. Así es la vida y así son los negocios.

Para ser un buen líder y llevar un negocio a buen puerto, es indiscutible que se necesitan CIERTAS habilidades. Pero ¿cuáles son éstas? Millones de dólares, si no es que miles de millones, se han gastado en averiguar cuáles son. Tanto por investigadores serios como por charlatanes (que prometen compartir el secreto del éxito contigo por $999.99 pagadero en cómodas mensualidades).

El grave problema cuando hablamos de las habilidades necesarias para tener éxito en un negocio es que muchas veces pensamos que se dividen en dos bandos: en las habilidades buenas y necesarias, las que necesitamos apuntalar y profesionalizar; y las malas, que debemos tirar a la basura. Blanco y negro. Como si fueran virtudes o pecados religiosos. Templanza vs. lujuria, fe vs. soberbia.

En el mundo de los negocios el camino al éxito está pintado en tonos de gris. Hay habilidades que son a la vez buenas y malas. La misma manera de actuar (ya sea por carácter natural o por habilidades obtenidas) que puede ser maravillosa aplicada de cierta manera en alguna situación puede resultar desastrosa si se aplica de la manera o en la situación incorrecta.

Por ejemplo, la misma pasión de la que tanto hablamos como indispensable para tener éxito en un start-up, puede ser desastrosa si es tan desbordante que sustituye los “aburridos” números y tediosa planeación. La confianza, tan importante para llevar adelante proyectos en cualquier momento de la vida de una empresa, se vuelve peligrosa si es sobreconfianza y nos incita a tomar riesgos innecesarios o no calculados.

Hoy en día hay miles de libros y de teorías sobre las habilidades principales que los líderes deben tener. Pero, creo yo, que más que hablar de habilidades específicas debemos hablar y trabajar en desarrollar la manera en que aplicamos estas habilidades. Más que pensar que hay una llave del éxito (si soy inteligente, voy a tener éxito) hay que saber cómo aplicar esta llave y cómo girarla para dar la vuelta a la manija.

¿Cómo lo debemos hacer?

1.- No pensar que hay panaceas.  Asumir que si desarrollas tus conocimientos en un área en particular, tecnología por poner un ejemplo, te hará tener automáticamente el éxito asegurado es un error. Un buen líder necesita ser integral y tener desarrolladas habilidades en toda una gama de inteligencias concretas y emocionales. No es sólo lo que sabes, sino cómo y cuándo aplicas lo que sabes.

2.- Deben ser conocimientos que fluyan de manera natural. Pensar que va a usar el sentido del humor para guiar a su gente, cuando tiene que consultar un “acordeón” con chistes es un error. Mejor un líder serio que uno simpático forzado. Lo mismo aplica a todas las habilidades. Para que sean efectivas deben ser naturales. Ojo, esto no quiere decir que si no naces con una u otra cualidad de liderazgo no las puedas desarrollar. Pero implica que sólo si las desarrollas de una manera adecuada las debes aplicar.

3.- Incluso lo bien aprendido sólo sirve si es bien aplicado. Uno puede ser el mejor orador del mundo. Una habilidad tremendamente necesaria para liderar grupos. Pero si esta habilidad es aplicada como rollo redundante en cada llamada telefónica o en cada participación e impide que escuchemos a la gente que nos rodea (por eso de que el que habla bonito pareciera saber más) entonces estamos cometiendo un grave error. Lo mismo con la dirección. Uno puede ser un gran director y administrador de procesos y de gente, pero si se “pasa de tueste” y la administración se vuelve micro-administración los resultados son perjudiciales.

En fin, como todo en la vida: Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.

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