Edgar Amador

Edgar Amador

20 Feb, 2017

El futuro ya no es como era antes

Es el fin de una época. En varios sentidos. Difícil saber hasta dónde llegará ese experimento egocrático en que se han embarcado los estadunidenses al elegir al maniático de Donald Trump. Difícil saber hoy que implicará en las relaciones multilaterales y en nuestra relación vecinal. Pero lo que sí podemos afirmar, porque está ocurriendo mientras usted lee estas breves líneas, es que la larga época de dinero fácil y ganadores mercados de bonos ha llegado a su fin, tal y como lo pronosticamos desde el inicio de la era Trump. Y las consecuencias serán serias en el mediano plazo.

El primer fin de época que veremos es el de la inflación inexistente. Los datos publicados la semana pasada en EU y en México sugieren que hay un repunte inflacionario más o menos generalizado. Nada de qué alarmarse aún, pero la tendencia del crecimiento de los precios es al alza, después de más de una década de dominación por parte de los bancos centrales. Cierto, la inflación no es muy grave aún, pero la Fed y los bancos centrales parecen estar corriendo para alcanzarla. Existe el riesgo de que por esperar tanto el alza de tasas, vayan a tener que subir demasiado rápido en los próximos meses.

Y si la inflación sube y las tasas de interés de la Fed suben, entonces vamos a ver algo que no hemos visto en más o menos treinta años: pérdidas en los mercados de bonos. Como el precio de los bonos se mueve inversamente respecto de las tasas, y desde 1974 a la fecha las tasas en el mundo no han hecho más que caer, invertir en bonos ha sido uno de los mejores negocios que ha habido. Aquellos tenedores de bonos, en especial quienes ahorran para sus pensiones, han sido beneficiados por este movimiento de largo plazo de la economía global, que ahora, con el advenimiento de la reflación de Trump, podría estar llegando a su fin.

Si el pronóstico de reflación y alza de tasas se cumple, entonces tendremos pérdidas severas en los mercados de bonos, y aquellos inversionistas con tenencias en esos instrumentos van a sufrir, particularmente aquellos que están a medio camino entre su vida laboral y su retiro (yo levanto la mano).

Y si las tasas se montan, especialmente las de largo plazo, será inevitable ver un dólar más fuerte. Si, como parece ser el caso, Trump regalará un recorte de impuestos “tremendo” y aumentará el gasto militar y de infraestructura, EU incurrirá en déficit fiscales crecientes y emitirá más bonos, incrementando la tasa de interés, así que por el lado de la reflación y por el lado de los déficit fiscales se está cocinando un alza en las tasas de interés de largo plazo y eso significará, sin duda, un dólar fuerte.

Al elevar las tasas de interés, aquellos proyectos con una rentabilidad menor que los nuevos réditos podrían dejar de ser viables y quizá cierren. Y ése es un problema serio. Cuando las tasas están en cero, como lo estuvieron por nueve años, es fácil que un proyecto rinda más que la tasa de interés. Pero al ir subiendo las tasas, aquellos proyectos con rentabilidades estrechas deberán ser reestructurados seriamente. Y como fueron tantos años de tasas bajas, el número de esos proyectos podría ser  enorme.

Pero incluso en un naufragio hay ganadores, y un escenario como el que se prefigura es un sueño para los bancos, sobre todo los estadunidenses: mayores tasas de largo plazo y un dólar fuerte es justo lo que necesitan, luego de años de tasas bajas. Y si a lo anterior le agregamos un descarado cabildeo en su favor por parte de Trump y los suyos, tenemos una mezcla inmejorable para el negocio bancario, el cual, adicionalmente, tiene en este momento un exceso de capital que podrán poner a trabajar, asumiendo riesgos que les fueron prohibidos los pasados nueve años.

Pero mucho dependerá de cómo se elevan las tasas. Si el alza es gradual y ordenada, habrá oportunidad para que inversionistas y proyectos se adecuen a los nuevos niveles y quizá tengamos una transición suave. Pero si los déficit fiscales y la inflación brincan de manera intempestiva y las tasas se trepan desordenadamente en medio de confusión y sobresaltos, entonces la transición hacia esa nueva época podría venir acompañada de sustos en las bolsas de valores y en el sector real, sobre todo, si luego de los primeros dos años de la administración Trump, el empuje inicial producido por los menores impuestos y el incremento en el gasto público se le acaba la fuerza y se agota en medio de una crisis seria. Y eso podría pasar en 2019.

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