Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

8 Nov, 2017

Rusos

 

Aziz Ansari es un humorista cuyo rostro es fácilmente reconocible más allá de su participación en la serie Parks and recreation de la NBC. Descendiente de una familia tamil musulmana de India, su currículum televisivo incluye participaciones en MTV, Comedy Central y como anfitrión en Saturday Night Live. Y, como buen representante de la diversidad racial en el show business estadunidense, políticamente ha tomado partido por el bando liberal.

Para muestra, dos botones: en junio del año pasado, Ansari publicó un artículo en The New York Times en el que confesaba el temor que le provocaba el discurso racista del entonces aspirante presidencial Donald Trump. Y, tres semanas antes de las elecciones, grabó un video de un minuto para la organización civil NextGen Climate, en el que cómicamente rogaba a los millennials indecisos que salieran a votar contra el candidato que decía odiar a las personas de piel morena y no creer en la lucha contra el calentamiento global. La campaña se dirigió a jóvenes de estados como Pensilvania, donde se preveía una contienda cerrada.

El video tuvo poco más de 1.6 millones de vistas en YouTube, pero no logró su cometido, a juzgar por los resultados de los comicios efectuados hoy hace exactamente un año, que dieron el triunfo a Trump, gracias precisamente a estados como Pensilvania, donde el republicano ganó por apenas unos 45 mil votos.

Por el contrario, es probable que haya sido mucho más eficaz una maniobra fraudulenta que aprovechó la condición de celebridad de Ansari para utilizar su imagen en un anuncio falso, cuyo propósito fue desorientar a los votantes.

Se trata de una foto en la que aparece un sonriente Ansari, sosteniendo un cartel entre sus manos que dice: “Ahorra tiempo. Evita la fila. Vota desde casa. Tuitea ClintonKaine con el hashtag #EleccionPresidencial el 8 de noviembre de 2016 entre las 8 de la mañana y las 6 de la tarde para emitir tu voto”.

Obviamente, esta falsa instrucción buscaba disminuir el número de sufragios en favor de la candidata demócrata Hillary Clinton. No difamándola, como ocurrió en otros mensajes, sino recurriendo a la imagen de un famoso antitrumpista para que los ciudadanos confiaran en un método de participación electoral inexistente. Seguramente no faltó quien mordiera el anzuelo.

El burdo fotomontaje circuló en su momento en Twitter, y sabemos ahora de su existencia gracias a que el martes 31 de octubre fue presentado en el Senado de Estados Unidos como ejemplo de los miles de mensajes diseminados por cuentas apócrifas creadas en Rusia, presuntamente con la intención de influir en el resultado de la elección. 

En la audiencia senatorial comparecieron directivos de Facebook, Google y Twitter, y ahí –de acuerdo con el sitio Recode– el senador demócrata Richard Blumenthal les reclamó que la imagen del falso Aziz Ansari fuera un intento deliberado de engañar a la gente.

Twitter respondió que en su momento eliminó ese post y otros parecidos, en los que también se convocaba a sufragar por medio de mensajes de texto telefónicos. Sin embargo, la empresa dijo que no podía saber cuántas personas realmente les hicieron caso e intentaron “votar” utilizando hashtags y SMS.

Hasta antes de ese día, se había publicado mucho acerca de cómo las plataformas digitales habrían sido mañosamente manipuladas desde Moscú, pero no se conocía el contenido de los mensajes.

Varios de ellos fueron publicados después por legisladores demócratas, aunque están más relacionados con la estrategia ya sabida de atizar el repudio a inmigrantes y, desde una perspectiva supuestamente religiosa, identificar a Hillary con el demonio.

Es muy probable que esta propaganda ideológica no convenciera ni de chiste a algún liberal, pero sí logró afianzar el voto de quien siempre optó por Trump y fue inmune a las denuncias periodísticas en su contra que sí estaban sustentadas.

El verdadero problema, me parece, es la facilidad con la que pueden financiarse este tipo de estafas. Según Facebook, los sitios rusos pagaron no más de 100 mil dólares para que su contenido estuviera expuesto a unos 126 millones de usuarios, sin que esto signifique que todos les dieran clic o like, las hubieran compartido o siquiera leído. Pero parafraseando un refrán clásico: difama o desorienta, que algo queda.

Mientras persista en las redes este modelo, la escuela rusa será una tentación a replicar. Y en México ya está cerca 2018.

marco.gonsen@gimm.com.mx

 

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