Darío Celis

Tiempo de negocios

Darío Celis

11 Jun, 2018

Consejo Mexicano de Negocios, a la deriva

Fue a mediados de mayo cuando cinco integrantes del Consejo Mexicano de Negocios (CMN) se reunieron con el Presidente. Enrique Peña Nieto los invitó a cenar en Los Pinos. Mucho se habló de ese encuentro para persuadirlo de que hiciera algo para detener la carrera de Andrés Manuel López Obrador.

Poco o realmente nada se sabía de aquella noche en la casa presidencial. El pequeño grupo de capitanes empresariales estuvo integrado por Alejandro Ramírez, Claudio X. González Laporte, Eduardo Tricio, Antonio del Valle Perochena y José Antonio Fernández Carbajal.

Y sí, efectivamente, la consigna fue pedirle a Peña Nieto que su candidato, el “no priista” José Antonio Meade, declinara a favor del aspirante por la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya. Quienes lanzaron la “respetuosa” petición fueron Del Valle Perochena y Tricio.

Del Valle, hijo de Antonio del Valle Ruiz, expresidente del Banco Bital que fue vendido al HSBC en el gobierno de Vicente Fox, y Ramírez, presidente del CMN y dueño de Cinépolis, principal promotor de Anaya, pertenecen a la nueva generación de empresarios que están tomando el liderazgo de ese consejo.

La cena venía precedida de la otra reunión que cinco empresarios del mismo CMN sostuvieron en casa del propio Anaya prácticamente un mes antes. En ese otro encuentro, el candidato pidió a Ramírez, Claudio X, Tricio, Germán Larrea y Alberto Baillères interceder ante Peña para que declinara a su favor.

La respuesta ya se conoce. El presidente rechazó tal pretensión y refrendó su respaldo a Meade. Les dijo que si querían declinación, que fuera a favor de su candidato, Meade. A partir de entonces la campaña de éste se relanzó y los capitanes del CMN tuvieron que replegarse y redefinir un Plan B. El presidente Peña está molesto con los que lideran el Consejo Mexicano de Negocios. No está lejos de aplicárseles aquella máxima del expresidente José López Portillo: “No pago para que me peguen”. Y es que Peña está consciente de que aquellos que le piden sacrificar a Meade son los mismos que lo golpean.

A los capitanes del CMN que hoy están desesperados por el crecimiento de AMLO, que hacen y deshacen para catapultar a Anaya y que mandan cartas y videos a sus empleados espantándolos con el populismo, les atribuyen en Los Pinos las campañas mediáticas de corrupción de Peña Nieto.

Son algunos que en mayo de 2017, en una reunión de trabajo en Los Pinos para anunciar sus inversiones, fueron testigos del reproche que Peña hizo a Claudio X de las críticas que la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad hace constante y sistemáticamente a su gobierno.

“La sociedad civil no debe pasar tanto tiempo hablando de corrupción”, registró entonces el diario The New York Times como señalamiento de Peña a González Laporte. El CMN se sorprendió del ataque a uno de sus líderes. Pero el Presidente pedía lealtad y los empresarios contestaron filtrando el episodio.

Prácticamente un año después esos mismos hombres de negocios llegaron nuevamente a Los Pinos pidiendo ayuda, preocupadísimos de que Andrés Manuel gane las elecciones y les cambien las reglas del juego. La reunión que tuvieron con El Peje la semana pasada estuvo lejos de ser un día de campo. Los capitanes tendrán que rascarse con sus propias uñas. Peña los dejó a la deriva.

GRUPO MONTERREY

El Consejo Mexicano de Negocios está dividido. Son alrededor de 40 sus integrantes. Los menos, pero que llevan la voz cantante, están enfrentados con Andrés Manuel López Obrador.

Otra ala es mucho más moderada y pugna, más que por la imposición de ideas y confrontación, por el convencimiento y el acompañamiento, pero, ¡ojo!, no dudan en defender sus intereses si El Peje y su grupo ganan las elecciones y “se le van las cabras”. Hay un tercero que ni se mete y quiere estar lejos de la grilla. Y un cuarto grupo, el de Monterrey, se cuece aparte. Liderado por José Antonio El Diablo Fernández Carbajal, capitán de Femsa, no quiere a AMLO. Pero aun así, al menos tres de sus integrantes acudieron a la cita del CMN el martes pasado: Armando Garza Sada, presidente de Alfa, a quien ven como un hombre más mesurado; Tomás González Sada, dueño de Cydsa; y Eugenio Clariond Reyes Retana, presidente de Grupo Cuprum y exdueño de la acerera IMSA.

Los regiomontanos, y en particular el círculo más compacto, se sienten doblemente agraviados: en lo político y en lo familiar. En el primer caso, porque ven en el candidato de la alianza Juntos Haremos Historia la reencarnación del expresidente Luis Echeverría, cuyas políticas populistas derivaron en el secuestro y asesinato, en septiembre de 1973, del patriarca del Grupo Monterrey, Eugenio Garza Sada.

En el segundo, porque quien armó el llamado Proyecto de Nación de López Obrador es Alfonso Romo, concuño de El Diablo, defenestrado por la familia tras la agria disputa mercantil y penal que sostuvo con su suegro, Alejandro Garza Lagüera, hijo de Garza Sada, por las acciones de la empresa de agrobiotecnología Seminis, pleito que, a la postre, ganó Romo.

AFINES A AMLO

En la contra, hay empresarios cuyos bonos están subiendo como la espuma por su cercanía con El Peje. No son pocos.

En el ámbito constructor apunte a Jorge Esteve y Eduardo Berrondo y a Manuel Muñozcano y Víctor Ortiz; a los desarrolladores José Daniel, David Serur y Adolfo Fastlich, y a los transportistas Bernardo y Aby Lijtszain, accionistas del Grupo Traxión y fundadores de LIPU, entre otros.

De hecho, a estos últimos se les atribuye apoyo logístico y de transporte terrestre a las huestes de AMLO. También hay muchos operadores de fondos financieros y de capital de riesgo que, en estos aparentes momentos de crisis, ven una enorme oportunidad para hacer negocios. ¿La nueva mafia del poder?

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