Edgar Amador

Edgar Amador

28 Ago, 2023

El futuro caro

Hasta finales del 2020, los mercados financieros proyectaban un futuro muy similar al que había existido desde el 2008-2009: un mundo de tasas de interés bajísimas, en donde el financiamiento era abundante a todos los plazos, y el riesgo tenía un costo muy bajo. Pero en semanas recientes ese mundo se ha visto en predicamento, pues los inversionistas han visto cómo la tasa del bono de 10 años de Estados Unidos, la referencia financiera más importante de la economía global, ha remontado a niveles no vistos en casi 17 años, sugiriendo, quizá, que los años maravillosos de dinero barato son cosa del pasado.

Como los datos no hablan, hay que interpretarlos y, si algo han mostrado los datos desde el fin de la pandemia, es que han sido extremadamente desconcertantes. Para todos. Un repaso rápido ilustra lo complicado que ha sido interpretar las cifras que salen de los mercados y de la economía.

Al salir de la pandemia, las cifras de inflación comenzaron a inflarse de manera súbita, revirtiendo una tendencia global de casi cuatro décadas de muy benignas condiciones en los precios. Desacostumbrados a la inflación, la mayoría de los bancos centrales, descreídos, juzgaron al inicio que la inflación era un fenómeno moderado y temporal. Pero conforme avanzaba el 2021 la inflación desconcertó a la mayoría de los economistas registrando las cifras más agresivas de los últimos 40 años en el mundo desarrollado, provocando un apretamiento monetario inusitado que tumbó a los mercados financieros en 2022, y el peor desempeño en muchos años para acciones y bonos.

La segunda gran decepción ha sido la más esperada recesión en la historia, que no ha llegado. Múltiples señales, especialmente una curva de rendimiento invertida, junto con varios indicadores y modelos econométricos, han pronosticado una recesión económica en Estados Unidos y otras economías desde hace casi año y medio. Todos los ingredientes para una recesión están sobre la mesa, pero la recesión no llega. No aparece. Si acaso parece ocurrir lo contrario: una reaceleración de las economías en casi todo el mundo (con la notable excepción de China), que ha rebatido las expectativas prácticamente unánimes entre los economistas de que una recesión económica era inminente. La resistencia de las economías avanzadas ha sido desconcertante y un alivio para los bancos centrales, que han visto cómo la desinflación avanza sin provocar una contracción del empleo y los salarios.

Pero la economía es siempre una aguafiestas, y una lección perenne de la disciplina es que siempre hay un prietito en el arroz. Todo tiene un costo. No existe el mundo feliz perfecto. Todo tiene siempre un pero. Y, en este caso, los mercados parecen estar diciendo que el futuro es caro.

El anverso de la excelente noticia de que los bancos centrales están logrando bajar la inflación sin causar una recesión económica es que la fortaleza de las economías, especialmente de los mercados laborales, es también su principal riesgo, pues la reflación se ha dado al tiempo que el empleo, los salarios y el costo de los insumos siguen montando, creando un escenario en donde la reaceleración económica podría disparar la inflación que tanto trabajo ha costado amarrar.

A este escenario los mercados están respondiendo elevando las tasas de los bonos de largo plazo. Lo que probablemente estén viendo los inversionistas es cómo protegerse de un futuro caro: demandando tasas más altas para cubrir un mundo en donde la inflación no cede tan fácilmente, en donde las economías siguen boyantes y en donde los bancos centrales mantienen sus tasas de referencia en niveles no muy distantes de donde se encuentran en este momento.

Por muy desconcertante que haya sido la economía pospandemia, aún le falta ejecutar su último truco: luego de haber despertado a la inflación; luego de haber evitado la recesión a pesar del alza tan agresiva de tasas de interés; luego de estar logrando la difícil suerte de bajar la inflación sin una contracción en el empleo y las ventas, a la economía le falta hacer la magia de volver a acelerarse sin disparar la inflación. Ya ha logrado muchos milagros. ¿Logrará hacer este último?

Se antoja difícil. Las condiciones que provocaron que, durante las cuatro décadas antes de la pandemia, las economías gozaran de muy benignas condiciones en el ámbito de los precios, parecen haber cambiado tras la emergencia sanitaria, pues la situación geopolítica de China, la gran fuente de la baratura de costos, ha cambiado de manera muy importante.

Los inversionistas se equivocan con frecuencia. Construyen escenarios que no se materializan y, en ese proceso, hay ganadores y perdedores. El escenario que están construyendo estas semanas es el de un futuro caro: con precios creciendo a una cadencia superior a la de décadas pasadas, con mercados laborales encendidos, con mercados de insumos estrechos, con tasas de interés altas, con dinero más caro de lo que habíamos visto hasta hace un par de años.

Pero no nada más los economistas nos hemos equivocado estos años. Los inversionistas también. Y mucho. Veamos si ese futuro caro que están previendo se materializa o si tendremos pronto un futuro barato, pero en recesión.

 

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