José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

25 Ene, 2019

Contraste radical: Brasil, México y Estados Unidos

Se ha dicho que el nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, es un flamígero populista que ha hecho muchos enemigos por alabar a las viejas dictaduras militares de su país y denostar a la comunidad gay, a las mujeres y a los negros, por lo que se le compara con el presidente de EU Donald Trump.

El nuevo líder brasileño se enorgullece y no tiene empacho en ostentarse como el Trump sudamericano. También se le ha comparado con el nuevo Presidente de México porque ambos tienen perfiles mesiánicos, con egos enormes y quieren cambiar de cuajo a sus países por su férrea voluntad.

Los tres llegaron al poder culpando a la élite dirigente de no entender al pueblo que ellos engendran, y prometen sacar a sus países de crisis en buena medida ideadas por ellos, y que acabarán con la corrupción, lo que en el caso de Trump es risible al ser el régimen más putrefacto en la historia de EU.

Como hemos venido discutiendo en esta columna, yo encuentro más similitud entre López Obrador y Trump que de ellos con Bolsonaro, sobre todo respecto a la política económica y a la administración de justicia que planean, dónde el brasileño ofrece cambios radicales muy positivos.

Para empezar, la calidad de la gente que rodea a estos líderes es muy distinta. Con contadas excepciones, los gabinetes en México y EU están integrados por inexpertos, ineptos o una combinación de ambos, mientras que a los puestos principales en Brasil han ido técnicos de primer nivel en sus especialidades.

El nombramiento de Sergio Moro como ministro de Justicia es una buena señal para cumplir dos de las prioridades del nuevo gobierno: atacar el caos criminal en Brasil y luchar contra la corrupción, al haber sido el juez que presidió el sonado caso “lava-coches” que lo hizo héroe popular, y permitió castigar a cientos de burócratas y empresarios, incluyendo dos expresidentes.

Un gran acierto fue designar a Paulo Guedes como superministerio a cargo de finanzas, planeación e industria, y que plantea hacer lo opuesto que en México: liberalizar la economía, abrirse al comercio exterior, eliminar la injerencia inútil del gobierno en los negocios y privatizar o cesar empresas públicas ineficientes.

Conozco personalmente a Guedes con quien coincidí en la Universidad de Chicago en 1977-78 y me consta que es un economista de primera, con amplia experiencia en el diseño y aplicación de reformas económicas que tanto éxito tuvieron en revertir la descomposición económica en Chile, donde él trabajó.

La presencia de Bolsonaro en el Foro Económico Mundial de Davos con un discurso sobrio en el que se comprometió a abrir la taponada economía de su país, a reducir su pesada carga fiscal, eliminar ineficaces trámites burocráticos y preservar el medio ambiente, cayó muy bien entre los inversionistas y marcó un claro contraste con la notoria ausencia de los presidentes de México y EU.

Trump y AMLO decidieron no asistir a Davos para lidiar con graves crisis que ellos se inventaron, en el primer caso al cerrar el gobierno para chantajear al Congreso para que le dé dinero para su muro fronterizo, y en el segundo para inventar nuevos e incoherentes pretextos sobre el desabasto generalizado de gasolina provocado por la torpeza de sus políticas y colaboradores.

Esto hace abrigar alentadoras expectativas para Brasil, que viene saliendo de crisis económica y política graves, de mayor crecimiento económico, creciente inversión y estabilidad de precios, mientras que en EU y México, donde no había mayor crisis, sucederá lo opuesto y su futuro aparece sombrío.

Los mercados han empezado a reconocer las diferencias y favorecen a Brasil con el aumento de la inversión extranjera y el fortalecimiento de su moneda, mientras que castigan esas variables en los otros dos países.

 

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