Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

1 Jun, 2022

AMLO, en sudamericana

 

 

Un país sumido en una guerra intestina, narcotráfico, guerrilla, inseguridad y pobreza. Los partidos tradicionales, ofreciendo durante décadas soluciones económicas ortodoxas y propuestas sociales que, aunque disminuyeron la pobreza, no eliminaron la desigualdad, se vieron atrapados por el discurso populista de “todo está mal”.

Ganaron las opciones populistas, con sus soluciones fáciles a problemas complejos; privilegiando el discurso político sin la técnica de las políticas públicas.

En Colombia, este domingo ganaron las dos opciones: populistas, ambas, una de izquierda y la otra de derecha.

Gustavo Petro, candidato de izquierda, obtuvo 40% de la votación, mientras que el candidato de derecha, Rodolfo Hernández, obtuvo 28 por ciento. El triunfo de ambos en primera vuelta representó la derrota de los partidos tradicionales y de centro-derecha. Quizás lo interesante no está en una sorpresa electoral, sino en la confusión, al igual que en México, de los conceptos políticos de izquierda y derecha.

El candidato de izquierda, un antiguo guerrillero y exalcalde de Bogotá, propone soluciones progresistas de izquierda para proteger el medio ambiente. En economía, sin embargo, la línea se va volviendo más tenue: propone volver a la economía de “extractivista” a productiva, basada en tecnología digital. Lo mismo podría proponer un candidato de centro-derecha.

Por otra parte, el candidato de derecha, un empresario de Santander, exalcalde de Bucaramanga, es el centro de atención por las líneas borradas entre izquierda y derecha.

Como si fuese una calca de López Obrador, Hernández replica propuestas de conservadurismo nacionalistas basadas en el pasado. Por una parte, dice que va a reducir el tamaño del gobierno, reduciendo también la corrupción de “los gobiernos anteriores”. Siguiendo la doctrina de centro-derecha, dice que hará un gobierno austero, pero, por otra parte, señala que va a restablecer las relaciones diplomáticas con Venezuela.

Luego señala que respetará la diversidad sexual y el aborto, banderas de la izquierda progresista, pero también es un empresario que tiene una fortuna de más de 100 millones de dólares y ha manifestado su oposición a la izquierda latinoamericana. Estamos ante un fenómeno de borrado de líneas intelectuales para satisfacer al electorado, diciendo lo que mejor convenga al momento electoral.

Sin embargo, las dos opciones son igual de radicales y dañinas al país. Al igual que lo hizo en su momento el presidente López Obrador, se vende lo que el electorado segmentado en mercados quiere oír, pero al momento de gobernar salen a la luz la verdadera naturaleza del candidato convertido en gobernante. El gran problema de este tipo de candidato-gobernante es que, una vez que llega al gobierno, no hay mayor congruencia que lo que dicta la campaña o dicho del momento.

Estamos ante el regreso del populismo latinoamericano en versión ideológicamente nebulosa. La izquierda es derecha cuando conviene y, la derecha se convierte en la izquierda que tanto criticó.

AMLO es copiado en Colombia. Quizás sea momento de preguntar si la ideología a la venta debe ser la base de las elecciones o si, quizás, debemos volver al pragmatismo de lo que funciona en el gobierno.

Mientras tanto, el ejemplo está sentado en Colombia.

 

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