Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

2 Feb, 2022

Apelar a la emoción

Las telenovelas, el teatro, las películas y hasta los argumentos callejeros lo usan. Desde tiempos inmemoriales, los filósofos lo reconocen, los políticos abusan y los gobernados lo digieren. Es la herramienta que encuentra lo más básico e instintivo del ser humano.

 

Apelar a las emociones, a un sentido de victimización histórica, de retomar las glorias del pasado o culpar a las élites, reales o imaginarias, es la herramienta por excelencia de los gobernantes, pero, sobre todo, de los populistas. Es buscar los instintos emocionales más básicos de los gobernados para oscurecer la razón, destruir la argumentación y crear sensación.

En un estudio publicado en 2021 por la Universidad de Warwick, en Inglaterra (https://bit.ly/3rgm0KW), sobre el populismo y la movilización de masas, los autores hablan de cómo los populistas “usan las fantasías de humillación para movilizar a sus votantes, apelando a las emociones de enojo y resentimiento en la sociedad para modificar el statu quo”.

Es por ello revelador que, en los foros organizados por el Congreso de la Unión para debatir la reforma eléctrica propuesta por el Presidente, los funcionarios de la Comisión Federal de Electricidad hayan recomendado apelar a las emociones más que a la razón. En un documento interno revelado por los medios, se recomienda una “puesta en escena” para apelar a las emociones cuando se debatiera en favor de esa reforma. Y es que el contenido de la misma es, a todas luces, carente de todo sentido técnico. Así lo hicieron saber en los diferentes foros los especialistas en energía, que plantearon puntos técnicos fríos versus los puntos emocionales de los defensores de esta reforma, que siempre buscaron sentimientos de falso patriotismo u orgullo. Buscaron retomar la gloria, vendida por los neoliberales, mediante el nacionalismo bueno del pueblo.

Esto no es exclusivo de la CFE. El modelo de comunicación de este gobierno se basa, justamente, en apelar a esas emociones para vender sus programas y políticas. Desde la mañanera, pasando por los tuits de los funcionarios hasta las campañas de linchamiento o denostación “anónima” en redes sociales, todo es coordinado desde el centro con estrategias diseñadas por Epigmenio Ibarra, Jesús Ramírez y el propio Presidente para buscar el enojo, explotar la frustración y el nacionalismo del “pueblo bueno”. Todos los programas se pueden reducir a varios eslóganes que se basan en máximas políticas del Presidente.

Por ejemplo, apelar a la “austeridad republicana”, combatir la “corrupción” y asociarse “con el pueblo” son máximas que demuestran virtud en los ojos de este gobierno, aunque sean temas abstractos y difíciles de entender; es precisamente esa abstracción la que deja un gran margen de maniobra para insultar a los adversarios y premiar a los familiares y aliados.

Aunque existan pruebas que sean muy evidentes, siempre hay que buscar una contranarrativa apelando a esas emociones. La razón sólo se usa por los aliados en los medios, la academia o entretenimiento para prender esas emociones básicas y justificar lo injustificable.

 

Siempre y cuando se esté del lado del Presidente, todo se puede justificar con la razón, pero siempre se argumenta con la emoción.

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