Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

19 Oct, 2022

La aviación y la ocurrencia

 


En este mismo espacio escribía la semana pasada sobre la ocurrencia del gobierno de crear una nueva aerolínea del gobierno operada por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Como si eso no fuese escandaloso por sí mismo, durante la semana el presidente López Obrador dobló la apuesta con nuevas ocurrencias para la aviación.

Las recientes revelaciones de documentos confidenciales de la Sedena abrieron la caja de Pandora de los planes –sin mayor sustento o análisis– del gobierno para la aviación comercial. En un documento, la Sedena analizó crear una nueva aerolínea comercial con diez aviones, incluyendo el avión presidencial. El Presidente mencionó que la aerolínea podría llamarse Mexicana de Aviación.

La propuesta ya sonaba descabellada y enfrenta obstáculos como la prohibición legal al también operar aeropuertos –en este caso el Felipe Ángeles–, los costos de operarla y las complicaciones presupuestales. Además de ello, la aerolínea representaría una distorsión del mercado dado que el Estado sería juez y parte de esta industria.

Pues bien, para hacerle más bolas al engrudo, sin mayor planeación, el Presidente declaró en su mañanera del 18 de octubre que quisiera que se abra la posibilidad de que líneas extranjeras puedan dar servicio de vuelos nacionales. Parece que el Presidente, una vez más, habló sin antes conocer lo que dice la ley y los tratados internacionales al respecto. El cabotaje está prohibido por la Ley de Aviación Civil (recientemente incorporado en la ley por iniciativa del propio Presidente) y es considerada como la “octava libertad” dentro del Convenio de Chicago y el derecho aeronáutico internacional.

Como sucede en estos casos, la contradicción de sus declaraciones fue evidente. El Presidente ha sido defensor de la soberanía en otras industrias como la energética, mientras que en aviación ahora declara que sería buena idea abrirse a que aerolíneas extranjeras puedan incursionar en el mercado nacional. Abrir a esta práctica destruiría a la industria nacional y a las aerolíneas como Aeroméxico, Volaris y Viva Aerobus. Tal parecería que con una mano quiere “salvar” a las extintas empresas nacionales, como Mexicana e Interjet, creando una empresa estatal, mientras que, con la otra, destruye a la industria nacional existente.

Ésta es la tendencia que ha seguido el gobierno desde antes de que fuera gobierno. La cancelación del aeropuerto de Texcoco inició lo que ha sido una pesadilla para ésta y otras industrias relacionadas como el turismo. En estos años de gobierno ha habido tres directores de la Agencia Federal de Aviación Civil, se dejó a la intemperie a la industria ante la pandemia, quebró Interjet (y próximamente Aeromar) y, ahora se añaden las ocurrencias generadas por la filtración de documentos de la Sedena.

Parece que, para esta administración, la única solución lógica es tener empresas estatales que atiendan a los caprichos del Estado más que a las necesidades del mercado. Es regresar a los años setenta y ochenta donde se tenían empresas paraestatales abultadas, que representaban un gasto y mal servicio para los usuarios.

Es basar sus políticas públicas en la ocurrencia del día, aunque eso represente la destrucción del a industria.

 

 

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