Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

8 Jun, 2022

Las mentiras y la historia

 

El sistema educativo mexicano nos ha enseñado sobre la perversidad y heroísmo de la historia: los malignos españoles que nos conquistaron, la guerra de Independencia, la eliminación de privilegios conservadores por los liberales, encabezados por Benito Juárez, las grandes hazañas de personajes de la Revolución como Pancho Villa y el nacionalismo benefactor de Lázaro Cárdenas.

Gracias a todos ellos tenemos patria y un país lleno de símbolos cívicos que son vistos como una religión. Todas son mentiras creadas para narrar y crear héroes.

Hace algunos años tomé algunas clases sobre la historia “real” de México, en donde, por primera vez, rompí muchas de las narrativas de heroísmo o traición histórica que había escuchado hasta ese entonces.

Por primera vez empecé a entender a la historia y sus personajes no como una serie de relatos para causar emociones, sino de seres humanos que vivieron procesos complejos y, en gran parte de los casos, reaccionaron como tales. Todos tuvieron errores que, finalmente, fueron eliminados de la historia oficial para santificar a los personajes.

Es en el proceso de escribir esa historia que las personas hacemos héroes y villanos, hazañas de superhéroes y construimos las narrativas que convienen para construir un país.

Cuando, en realidad, los cañones del ejército francés quedaron atorados en la Batalla de Puebla y, por ello, perdieron la misma; en la historia oficial esto fue una gran hazaña del Ejército mexicano. Para Benito Juárez era evidente que se iba a reelegir indefinidamente, pero la muerte lo alcanzó antes.

Lázaro Cárdenas creía en el socialismo soviético e implementó medidas corporativistas fallidas que tuvieron un efecto nocivo por décadas en la economía (por ejemplo, los ejidos con su estructura de decisión por votos de asambleas campesinas).

Es por eso evidente que quienes escriben la historia la maquillan para crear hechos interesantes de heroísmo.

El gobierno de la Cuarta Transformación, heredero de esas historias de héroes y villanos, no es el primero ni el único en manipular la historia para sus propios fines.

La cancelación de un megaproyecto de infraestructura como el Nuevo Aeropuerto Internacional de México, en Texcoco, no se fue por un capricho, sino ocasionado por “la corrupción de los de antes”.

La escasez de combustibles por la decisión política de cerrar inmediatamente su importación se convirtió en la “lucha contra los huachicoleros”.

El arresto y posterior liberación del narcotraficante Ovidio Guzmán, en Culiacán, fue “para evitar que el pueblo sufriera”.

El aumento de 3.8 millones de pobres desde el 2018 al 2020, publicado por el Coneval, es un “complot de los periódicos conservadores”.

En estos ejemplos siempre hay “otros datos” que sólo se conocen en la cabeza de aquellos que quieren hacer narrativas históricas basadas en la superioridad moral.

Es en esa terquedad de los otros datos que se pierden los problemas importantes y se crean cuentos de hadas para continuar justificando malas decisiones, improvisación y hasta falta de preparación para los puestos a los que están asignados algunos funcionarios públicos. Sin embargo, aferrarse a estas historias alcanza eventualmente a todos los personajes, por más heroicos que se quieran pintar en los libros oficiales.

 

 

 

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