Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

26 Oct, 2022

Relativizar el debate

 

 

Dicen los psicólogos que los seres humanos frecuentemente proyectamos lo que más nos molesta en otras personas. Cuando identificamos un tema del que estamos predispuestos en otros, automáticamente lo relacionamos con aquello que nos genera sentimientos negativos. Lo vemos con los lentes nublosos de lo que nos molesta.

En el arte de la argumentación es una técnica frecuentemente usada para responder a acusaciones o preguntas difíciles al desviar la atención con un tema similar que pone al “enemigo” a la defensiva. En la Unión Soviética, los servicios de inteligencia y los políticos perfeccionaron una forma de contraargumentar atacando al enemigo en el que proyectaban los errores o malas prácticas de ese extinto imperio soviético.

Si Estados Unidos u Occidente criticaban la falta de libertades en la Unión Soviética, en automático ese país criticaba las violaciones pasadas a la dignidad humana del otro (como la esclavitud o la falta de derechos civiles para los afroamericanos en Estados Unidos). Así, ponía a la defensiva a su enemigo ideológico y evitaba abordar los temas difíciles que estaban pasando por esa nación.

El problema argumentativo es que esta técnica es sólo una forma de desviar la atención de los temas importantes. Mientras los críticos estén distraídos no se critica el fondo de los temas. Siguiendo esa línea de argumentación, algunos gobiernos la usan a la perfección. En la Unión Soviética, se volvió tan frecuente con la Guerra Fría que en Estados Unidos le denominaron WhataAboutism; crudamente traducido como, “¿sí, pero qué pasa con?”.

Pues, bien, siguiendo esa línea, el gobierno de López Obrador es usuario diario de la técnica. Ante cualquier crítica a los errores o contradicciones de su gobierno, la respuesta es predecible. El mejor ejemplo reciente es la ponencia en España de los expresidentes Ernesto Zedillo y Felipe Calderón criticando al populismo. Sin mencionar nombres, explicaron cómo los populistas hacen daño a las instituciones democráticas. Casi en automático, el presidente López Obrador y sus colaboradores reaccionaron, no sólo criticando a los expresidentes, sino haciendo uso del whataboutism.

Claudia Sheinbaum publicó un video en sus redes sociales en donde, fuera de abordar las críticas de Zedillo y Calderón directamente, relativizó sus gestiones hablando sobre el Fobaproa del priista y la guerra contra el narco del panista. Jesús Ramírez dio línea a los aplaudidores para usar los mismos argumentos, sin entrar al fondo del asunto.

El problema mayor es que esta práctica ya es forma de gobierno. López Obrador es conocido por rechazar cualquier crítica y relativizar los debates con argumentos que parecen sacados de un manual de las falacias argumentativas. Fuera de abordar los temas centrales, el gobierno vive de contraargumentar y relativizar usando de ejemplo las malas prácticas del pasado.

El manual es predecible: hay muchos muertos por el narcotráfico; “sí, pero Calderón inició la guerra”. La economía está estancada; “sí, pero los fifís nos roban”. El aeropuerto Felipe Ángeles no está funcionando; “sí, pero el de la Ciudad de México lo iban a hacer un centro comercial”.

Al final, la historia —que tanto anhelan— los recordará como lo fue la Unión Soviética: un mal experimento que se justificaba sus errores con relativizar el debate.

 

 

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