5 razones por las que deberías ser más materialista

De finanzas y otros demonios -
El materialista es un conocedor de aquellas posesiones que tienen importancia en su vida y en la vida de quienes ama. Foto: Flickr de Hamza Butt
El materialista es un conocedor de aquellas posesiones que tienen importancia en su vida y en la vida de quienes ama

Citando a Juliet Schor, profesora de sociología, entrevistada en el documental Minimalismo, en Netflix, el problema de la modernidad es que nos falta ser más materialistas, en el sentido verdadero de la palabra; no cuando se usa de manera intercambiable con el término “consumista”, que es la persona preocupada por comprar y consumir bienes y servicios.

A continuación te daré cinco razones para ser más materialista.

1. Tiene sus prioridades en orden

Si buscamos la palabra “materialismo” en el diccionario en línea de la RAE, encontraremos: “Tendencia a dar importancia primordial a los intereses materiales”.

Tener interés en las cosas materiales no es malo. Hasta las más alejadas tribus humanas tienen posesiones que les ayudan a conseguir alimento, protegerse de los elementos, y asegurar su subsistencia. Sin posesión alguna, probablemente sobreviviríamos muy poco tiempo.

Mi abuela decía, refiriéndose a la deliciosa comida que nos preparaba: “Obras son amores, y no buenas razones”, pero para demostrarnos su amor de esta manera, tenía que usar todo tipo de implementos e insumos gastronómicos que sabía elegir y usar con maestría.

El materialista es un conocedor de aquellas posesiones que tienen importancia en su vida y en la vida de quienes ama, y por ello le preocupan su calidad, elaboración, detalles y diseño.

Alguien que sale de shopping todos los domingos con el propósito de divertirse comprando baratijas corrientes no es un materialista.

2. Sabe de cantidades

Al materialista le preocupa la calidad, no la cantidad. Sabe que es mejor tener un buen par de pantalones que cinco pares mal hechos. Y también sabe que cada pertenencia requerirá tiempo, dinero y espacio, por lo que si sus pertenencias fueran demasiadas, empezaría a descuidarlas u olvidarlas.

El verdadero materialista ama sus pertenencias, y odiaría verlas acumulando polvo en un rincón, sin ser valoradas, apreciadas o utilizadas.

Adicionalmente, al materialista le importa que su casa sea un lugar materialmente agradable para vivir, y el abarrotamiento de objetos no le permitiría estar tranquilo. Por ello, el materialista tiene menos posesiones que la mayoría de la gente, y todas ellas tienen un propósito bien definido en su vida.

3. Paga más y gasta menos

Cuando me mudé a mi casa actual, cometí el error de comprar muebles baratos hechos con tablas de aglomerado.

En esa época creí haber ahorrado mucho, sin embargo, seis años después la capa de plástico que los recubre se ha ido desgastando y, además, ya no me gusta el color chocolate y preferiría poder pintarlos de otro color, pero con este tipo de material no es posible.

Descubrí que preocuparme un poco más por la calidad de mis muebles me hubiera sido mucho más ventajoso en el mediano plazo: mis muebles podrían durarme toda la vida, y cambiarse al color que yo quiera.

A pesar de lo anterior, pagar más por un producto no es la mejor decisión en todos los casos. Una pluma fuente de 8,000 pesos es evidentemente un despilfarro, porque se está pagando por el prestigio de la marca y el estatus, no sólo por la pluma.

Hay muchos artículos caros que adicionalmente son de mala calidad. El materialista lo sabe y por ello dedica tiempo a investigar y sopesar cuándo vale la pena pagar más, y cuándo no. Gracias a ello, el materialista rara vez es estafado por las empresas.

4. El materialista sabe de belleza

Como dice el autor Alain de Botton, cuando decimos que una silla o una casa son bellas, significa que nos gusta la interpretación de la vida que nos sugiere, es decir, el objeto tiene una actitud que nos atrae, nos ayuda a decidir quiénes somos, qué queremos de la vida, y nos sugiere un estado de ánimo.

Nuestros gustos y nuestra comprensión de lo que implica una buena vida están entrelazados.

Yo no decoraría mi habitación de color lila con muebles metálicos como lo hice cuando era adolescente, porque al ir creciendo y cambiando también cambiaron los colores, texturas y formas que me inspiran.

Es más fácil sentir una conexión con lo espiritual bajo la luz de colores que entra por el vitral de una iglesia magistralmente dispuesta, que en un local con paredes aceitosas y sillas de plástico. El materialista lo sabe, y quiere que sus posesiones materiales transmitan belleza a su interior.

5. El materialista se llena de gratitud

Es un hecho que necesitamos cosas para poder vivir, pero éstas no sólo sirven para eso.

¿Cuál otra sería la razón de que muchos enfermos terminales, a pesar de estar rodeados de su familia en el hospital, desean pasar en su casa sus últimos momentos? Ahí están sus cosas.

¿Y por qué esas cosas son tan importantes como para desear morir entre ellas? Si sólo fuera por su belleza, muchos preferirían ir a morir a una galería de arte.

Deseamos ir a casa porque está llena de nuestra historia y sus símbolos. En mi casa conservo el sillón que compré con lo ganado por mi primera traducción, el cuadro que pinté antes de terminar la universidad, y los portarretratos con fotografías de mi boda.

Mi inconsciente ha elegido rodearse de objetos que me ayudan a recordar mi identidad y sentirme equilibrada, y por eso me siento mejor en casa que en cualquier otro lugar. Estoy agradecida con mis cosas por darme esa quietud.

¿Por qué dejamos de ser materialistas?

Vivimos en un mundo material, como decía Madonna, y debemos aprender a dominarlo en lugar de vivir comprando porquerías, como si no importara nada.

Si continuamos con esta indiferencia, empeorará la calidad de nuestros alimentos, nuestra ropa, nuestras casas, nuestros servicios, nuestros vehículos y, por ende, de nuestra vida.

Además de estar embebidos en la “era de la información”, que nos satura de información cada vez más abstracta e intangible, otra gran culpable es la publicidad.

Antes se anunciaba un producto con sus características y usos, pero hoy en día se venden soluciones a deseos sicológicos. En lugar de venderte una camioneta, te venden masculinidad, en lugar de detergente para trastes, armonía familiar, y en lugar de desodorante, una sensualidad irresistible.

Se nos vende lo que queremos ser, no lo que queremos tener. El producto en sí pasa a segundo término, y en muchas ocasiones está tan mal hecho que no nos inspira respeto ni gratitud.

Gracias a la obsolescencia programada, incluso productos caros como un auto nuevo son tan plásticos y malos como el cliente lo tolere, y toleramos bastante.

Las soluciones son muchas. Puedes comenzar por organizar tu hogar con las técnicas de Marie Kondo que detallé en mi artículo que verás si das clic aquí.

También ayuda volverse más consciente de todo aquello que está a tu alrededor, lo cual se facilita con técnicas de meditación. Aléjate de la publicidad y acércate a las revistas del consumidor, e investiga antes de comprar.

Por último, la filosofía “hágalo usted mismo” puede hacerte más conocedor y materialista pasando de ser un pasivo consumidor a un creativo productor. Si tienes otras ideas, me encantará leerlas en la sección de comentarios.

kgb 

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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