Los mexicanos y el miedo a invertir: cronología de un desastre

De finanzas y otros demonios -
Me estaba bañando y caí en la cuenta de que había aprendido a vivir con un pesimismo constante con respecto a mi futuro financiero. Foto: Flickr de Lilian Vazquez CC [CC BY-NC-SA 2.0]
Me estaba bañando y caí en la cuenta de que había aprendido a vivir con un pesimismo constante con respecto a mi futuro financiero. Foto: Flickr de Lilian Vazquez CC [CC BY-NC-SA 2.0]

Tenía treinta años y empezó a irme mejor. Me quedaba un dinero extra después de los gastos, pero esto me provocó angustia. ¿Qué debía hacer con él? Podía guardarlo así sin más, pero sabía que perdería valor por la inflación. O podía gastármelo, pero sabía que comprara lo que comprara, me acostumbraría a tenerlo y no obtendría una satisfacción duradera.

Me estaba bañando mientras pensaba en todo esto y caí en la cuenta de que había aprendido a vivir con un pesimismo constante con respecto a mi futuro financiero. Sabía que mi generación no tiene acceso a una pensión vitalicia como la de mis papás, y me angustiaba pensar en tener que trabajar toda mi vida… o peor aún, ni siquiera poder encontrar trabajo después de cierta edad. Ya hasta la Consar advirtió que los millennials tendremos que sobrevivir con pensiones de poco más de 2 mil pesos mensuales, alrededor de unos 70 pesos diarios. Me asustaba terminar mis días en la miseria, pero no se me ocurría qué podría hacer para evitarlo.

¿Has tenido pensamientos similares alguna vez? Algunas personas desechan este tipo de preocupaciones en cuanto surgen porque es muy difícil enfrentarlas. Las combaten con frases como: “Será lo que Dios quiera”, que es una forma de pensar muy válida para asuntos sobre los cuales carecemos de control, pero como lo expliqué en el artículo: “¿Dios es tu proveedor o tu pretexto?”, ese no es el caso de las finanzas personales.

También, tengo conocidos que desestiman sus preocupaciones financieras vaticinando una muerte prematura. “Seguro no llego ni a los sesenta. Ya de por sí todo me duele.” “Mejor me la paso bien ahora, hay que vivir el presente.” El miedo a la muerte y a la vejez nos hace eludir nuestra responsabilidad para con nosotros mismos en el futuro, como describo en el artículo: “Los dos miedos que seguramente te harán pobre (y cómo enfrentarlos)”.

Ese día, mientras me enjuagaba el champú decidí que en lugar de ser pesimista, me ocuparía de descubrir si había una solución a mi problema, es decir, quería descubrir si podía usar mi dinero extra para apaciguar mi angustia por el futuro. Ya había recorrido la mitad del camino: decidí que guardar el dinero para que se lo comiera la inflación (perdiendo 40% de su valor cada 10 años aproximadamente) no era el camino.

Después de mucho indagar, descubrí que prácticamente la única manera de llevarte el dinero contigo al futuro sin que pierda valor es invirtiéndolo. E invertir el dinero adecuadamente genera un círculo virtuoso, pues puede hacerlo crecer para que sea tu dinero quien trabaje por ti cuando tú ya no puedas hacerlo.

USAR TU DINERO PARA DEJAR DE PREOCUPARTE POR DINERO

El problema de las inversiones es que los mexicanos les tenemos miedo… y con justa razón.

Como mujer mexicana no es extraño que me tardara en encontrar la respuesta a mis angustias financieras, y tampoco que finalmente la hallara en publicaciones extranjeras en inglés. En México, por cada 10,000 personas económicamente activas, solamente 35 invierten en la Bolsa Mexicana de Valores. En Estados Unidos lo hacen 60 de cada 100 personas.

Pero como dicen por ahí: “La burra no era arisca”; hemos aprendido a hacernos desconfiados a pura paliza. No tiene mucho que cada nuevo presidente llegaba a Los Pinos en medio de una crisis económica. Nos acostumbramos a guardar el dinero debajo del colchón, a desconfiar de todas las inversiones financieras e invertir en cosas que no se evaporaran con los vaivenes de la economía mexicana, como dólares, casas o locales comerciales… pero lo verdaderamente malo es que nos acostumbramos a sentirnos sin control alguno sobre lo que pasara en nuestro bolsillo… el trauma nos convirtió en marionetas del destino y nos acostumbramos a vivir así, sin iniciativa ni esperanza. Las crisis financieras dejaron una herida en nuestra sociedad que no ha sanado. Las personas que perdieron sus ahorros y sus casas ya no los recuperaron. La incertidumbre continúa entre las sombras. ¿Se va a repetir una crisis como aquella? Quienes nacimos y crecimos entre crisis sexenales nos lo preguntamos de vez en cuando.

Y ¿qué les puedo responder yo? No tengo una bola de cristal. Sin embargo, si nos fijamos en las crisis, los más afectados fueron normalmente quienes debían dinero y quienes lo tenían guardado sin invertir. Las personas que tenían su dinero en instrumentos como Cetes recibieron tasas de interés muy altas que compensaron en algo las pérdidas.

Igualmente, si analizamos la crisis en la bolsa de valores durante 2008, podremos darnos cuenta de que la bolsa se recuperó con el tiempo y quienes tenían inversiones bien balanceadas, a estas alturas ya se recobraron del bajón y su dinero ha crecido significativamente desde entonces.

Con esto no intento decir que invertir es 100% seguro. Al contrario. Invertir es un riesgo, pero todo en la vida lo es. Pero no invertir te da la certeza de que perderás (inflación). Lo importante es aprender a invertir para no correr riesgos innecesarios.

Creo que los mexicanos aprendimos algunas lecciones muy equivocadas a raíz de las crisis. Como la economía es complicada para la mayoría, el primer impulso de muchos fue rechazar el mundo financiero como algo inseguro y que da miedo, y nos aferramos a las inversiones físicas. Creo esto porque la mayoría de las personas que conozco, cuando hablan de inversiones, hablan de comprar bienes raíces. Sin embargo, toma en cuenta que cualquier inversión, ya sea financiera o en el “mundo real” tiene riesgos. Por ejemplo, si acondicionas una casa o locales para rentarlos, esa inversión podría verse comprometida por un incremento en la delincuencia de la zona, o por una inundación o terremoto, o simplemente por ser un lugar con pocas fuentes de empleo y movimiento económico.

La vida se trata de moverse, y no se trata de evitar los riesgos, sino de controlarlos y minimizarlos. Y eso lo hacemos todos los días: la precaución al conducir, los lugares que elegimos para pasear, la forma en que bajamos las escaleras, son formas de vida que aprendimos para esquivar pérdidas. Con las inversiones es lo mismo. Hay maneras de controlar el riesgo y minimizarlo. Nadie nace sabiendo invertir su dinero. Pero si nuestros padres, con sus pensiones vitalicias, no han tenido que aprender, nosotros sí tendremos que hacerlo si queremos tranquilidad financiera y un futuro digno.

En mis próximos artículos ahondaré un poco más en el mundo de las inversiones, que si lo vemos poco a poco y con calmita, no es tan complicado como parece.

Cuéntame en la sección de comentarios, ¿tú qué opinas de las inversiones? ¿Cuáles te parecen las más seguras? ¿Cuáles las más inseguras?

Te recomendamos

5 metas de ahorro fáciles de cumplir que te acercan a la riqueza

5 metas de ahorro que pueden dejarte más pobre que antes

Jbf

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
Icono de te puede interesar de en dineroenimagen

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR