Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

14 Ene, 2015

La televisión de Slim

Por años, desde su privatización y el otorgamiento de la concesión para ofrecer servicios de telecomunicaciones, Telmex y ahora América Móvil han intentado por todos los canales institucionales (y fuera de ellos) ofrecer servicios de televisión a través de su red de telecomunicaciones. Por años, ese mismo grupo económico ha visto sesgados sus intentos de ofrecerlos. El más reciente episodio de esa película es el anuncio que hicieron Telmex y Dish la semana pasada a los inversionistas en la Bolsa Mexicana de Valores por la imposición de dos multas por un total de 57.4 millones de pesos (mdp) por parte del  Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT). 

Por años los principales analistas de este sector industrial y los competidores de Telmex (como Televisa y TV Azteca) han denunciado el arreglo de Dish con Telmex para ofrecer servicios de televisión disfrazados únicamente de cobranza en los recibos Telmex. La extinta Cofetel y la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), con las limitadas facultades que tenían hasta antes de las reformas constitucionales, investigaron el caso, pero nunca tuvieron los elementos suficientes para determinar efectivamente este arreglo. Sin embargo, en quizás un traspié en la radio al responder los cuestionamientos de un ejecutivo de Televisa, Arturo Elías Ayub (ejecutivo de Telmex), confirmó que existía un arreglo entre Dish y Telmex para ofrecer estos servicios, mismos que están prohibidos por el título de concesión de Telmex, tanto en forma directa como indirecta.

Todo esto lleva a las preguntas de por qué ha sido imposible para Telmex ofrecer servicios que en otros países ya lo hace con Claro TV y otros. Las principales razones detrás de ello son quizá políticas y regulatorias. Hasta antes de la creación del IFT, el nuevo órgano regulador, el gobierno federal tenía la preeminencia para el otorgamiento y modificación de los títulos de concesión. Por años, el sistema político balanceó (o lo intentó) el poder económico de Telmex junto a los principales radiodifusores con la prohibición expresa de los servicios de televisión. Un argumento que he escuchado mucho es que con televisión, el poder de Telmex hubiese sido aún más imparable y monopólico. En ese sentido, el marco regulatorio “moldeable” le daba amplia discrecionalidad a las autoridades para evitar justamente esto. Ante cada solicitud de modificación de su título el expediente únicamente se pasaba hasta el final de la fila. Por ello, los intentos de Telmex de ofrecerlos ante una área gris de la legislación.

Ante todo ello una de las preguntas del billón de dólares en este sector, es si Telmex tiene o no la razón en quejarse de no poder brindarlos. Lo que es cierto y determinable es que los servicios de televisión no son lo mismo que en los años noventa. Ahora con cualquier dispositivo conectado a internet es posible ver televisión. Las fuertes barreras entre las telecomunicaciones y la radiodifusión se diluyeron con el internet.

La respuesta a estas preguntas no es fácil de determinar. No existe un blanco y negro. Sin embargo, la mejor respuesta se la ha dado el IFT: hasta en tanto no cumpla con las condiciones para disminuir su poder de mercado, su título no puede ser modificado. Dilema sin duda para Telmex.

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