Pedro Alonso

Consejería

Pedro Alonso

10 Oct, 2013

Futbol en cancha de tierra

WASHINGTON. Entre las actividades a las que asistí ayer estuvo una invitación del Banco Mundial para una conferencia sobre América Latina que se ha vuelto casi una tradición. Tiene algunos años llevándose a cabo cada seis meses más o menos y pretende dar una visión general de la región, que no deja de ser interesante, aunque siempre tiene un sesgo benévolo, desde mi punto de vista.

Usted, amigo lector, sabe que soy un aficionado incorregible del futbol (por cierto, si tiene usted algún amigo en la FIFA le agradecería que hiciera lo posible para pasar el partido de México vs. Panamá para el sábado, para que yo pueda verlo) y hace algunos años alguien me invitó a dar una conferencia sobre nuestra región. Al buscar un título para mi presentación casi siempre piden que tenga uno pensé que tenía que ser algo que fuera común para la mayoría de los latinoamericanos y concluí que eso era el futbol y dado el estado de la región, decidí poner el título de: “Futbol en cancha de tierra”.

La sensación que el Banco Mundial me transmitió es que se esforzó por hacernos sentir que en la cancha de América Latina y el Caribe, el pasto ha crecido. Y es posible que así sea, pero de manera dispareja e incluso en algunas partes del terreno, el estado ha empeorado, complicando el desarrollo del juego.

Económicamente hablando, los “gigantes” de la región —México y Brasil— no pasan por su mejor momento, otros países como Argentina y Venezuela parecen estar fuera de la corriente del desarrollo y otros hacen esfuerzos para sostener sus avances de los últimos años como son Colombia y Perú, junto con Chile que desde hace años tuvo un salto cualitativo para mejorar, que siempre es cuestionado, pero que ofrece resultados. Otro grupo de países son economías pequeñas y otras muy pequeñas, cuyos tamaños en un caso y sus deficiencias, en otros, no acaban por apuntalar a la región para ir hacia un mejor destino.

La cancha sigue siendo mayoritariamente un terreno terregoso que impide el desarrollo del buen juego. Es cierto, en muchas partes se han llevado a cabo mejoras macroeconómicas significativas que reducen la vulnerabilidad a los choques externos, pero que claramente no bastan para hacer posible un desarrollo hacia mejores niveles de bienestar sostenibles y que en las condiciones de la economía global de hoy se cuestiona su viabilidad incluso para conservar lo ganado.

De tal suerte que los temas de discusión parecen seguir siendo los mismos, en el fondo: inequidad y baja productividad, que al final son temas más orientados a lo microeconómico, si bien en casos como el de México subsisten debilidades como la fragilidad de las finanzas públicas que se entrelaza con los temas de la energía que entre otras cosas es una insignia de algo que caracteriza a la estructura económica nacional: el monopolio, o casi. Con todas las ineficiencias que este tipo de modelo conlleva y que deriva en lo que sabemos: inequidad y baja productividad. Latinoamericanos al fin, con nuestras peculiaridades.

La plática de hoy me hizo recordar algo que enseñan en la escuela de Economía: el desarrollo parte de la acumulación de capital —de todo tipo—, de su inversión y de la forma en que esto se haga. Lo ideal es que acumulemos mucho capital y se invierta bien, pero si se acumula poco, entonces es indispensable que se invierta muy bien. Y de ahí cojeamos mucho, pues ahorramos poco y no invertimos bien, por lo que la productividad del capital, es muy baja.

Y ese es el tema: crear incentivos para incrementar el ahorro de la economía y que este se invierta mejor. Eso significa cambiar las reglas del juego en muchos sentidos. Porque es claro que si esto no ha sido así es porque hay alguien que se beneficia de ello y los resultados no son buenos a nivel de la sociedad. Es cierto, los temas macroeconómicos como motivo de preocupación, si bien han sido puestos en una condición más controlable, tendrían que permitirnos avanzar más rápido en los temas “micro”, que son los que hacen la diferencia para los que caminamos todos los días por la calle, tratando de hacer la vida. Suerte.

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