Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

2 Dic, 2013

Se usa un modelo que ya fracasó

México  amaneció en la década de los 70 disfrutando las mieles del Desarrollo Estabilizador, un exitoso modelo que produjo el llamado entonces Milagro Económico Mexicano, con crecimiento hasta de 6% anual y con inflaciones de alrededor de 3% por año.

Un año después, en 1971, la economía mexicana estaba en recesión; el entonces presidente de la República Luis Echeverría, hizo dos anuncios: que las finanzas se manejaban desde Los Pinos y que México cambiaría del Desarrollo Estabilizador.

El nuevo modelo se propuso estimular la economía con mayor gasto público y con deuda externa.

Fue el principio de las crisis sexenales mexicanas, iniciando con la de agosto de 1975.

El modelo lo siguió con mayor profundidad el siguiente presidente, José López Portillo, con mayor gasto y mayor deuda externa y condujo a la crisis de 1982.

Miguel de la Madrid trató de meter el freno, pero ya era tarde. Las cifras de ese sexenio son las peores en la historia del país, con una inflación acumulada de tres mil 710.1 por ciento en los seis años; con un crecimiento económico acumulado de 0.3% en todo ese sexenio y una devaluación del peso de mil 437.7 por ciento.

Carlos Salinas de Gortari, un sexenio donde el discurso básico fueron las reformas, inició también con un Pacto, en ese caso, para bajar la inflación; logró renegociar la deuda externa, pero incurrió en déficit público y de cuenta corriente que hicieron insostenible la situación y provocaron la crisis de 1994.

Las lecciones son sencillas: la economía no funciona y se provocan crisis, cuando se le quiere estimular con gasto público y se incurre en endeudamiento.

Y hoy, 42 años después de que se inició esa estrategia, el crecimiento de la economía se quiere dinamizar con mayor gasto público y deuda.

Es decir, se apuesta por aplicar un modelo que demostró durante muchos años que es un modelo perdedor.

Para 2014 el gobierno tendrá en sus manos el mayor presupuesto público de la historia, 4.4 billones de pesos, y aumentará la deuda externa al mismo nivel de endeudamiento que teníamos hace 23 años, alrededor de 40% del  Producto Interno Bruto (PIB).

Con ese gasto público financiado en parte con endeudamiento el gobierno prevé crecer 3.9% y mantener la inflación entre tres y cuatro por ciento  anual.

Sería sin duda un buen año de cumplirse tales cifras.

Sin embargo, hay presiones inflacionarias que obligarán al Banco de México  (Banxico) a elevar su tasas de interés de referencia que este año bajó hasta 3.5% anual para darle oxígeno a la economía.

Con una tasa de interés mayor y con la reforma fiscal mordiendo el poder de compra del mercado interno, no se ve cómo la economía se recupere de 1.3% que crecerá este año.

La realidad es que nada se ha hecho para estimular el crecimiento económico aparte de la baja de tasas que decidió el Banxico.

Ni una medida a favor de la competitividad; ni una para estimular el mercado interno.

Por ejemplo, se realizó una reforma a telecomunicaciones que el sector mismo consideró positiva.

El gobierno tiene hasta el 8 de diciembre para presentar al Congreso la iniciativa de la ley secundaria y se anunció que no habrá tal iniciativa, con lo cual se retrasarán las inversiones del que sin duda es el rubro con mayor dinamismo de la economía mexicana.

Es verdad que la reforma energética, si es en serio, traerá y estimulará inversiones, pero no antes de dos o tres años.

Y, fuera de eso, nada que no sea recurrir a un modelo de gasto público-endeudamiento que ya probó que es un fracaso.

El gobierno debe rectificar su manejo económico si se quiere evitar que se inicie otra pesadilla de círculos viciosos: gasto-deuda-déficit-inflaciones-crisis recurrente-más gasto-más deuda  y, etcétera.

Hasta el próximo lunes con nuevas… Perspectivas.

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