Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

7 Oct, 2014

Por favor, tenga cuidado con el canto de las sirenas; las cosas, todavía, no están bien

Esta semana, del 10 al 12, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, celebrarán su reunión conjunta anual de otoño en la capital de Estados Unidos.

A medida que los años transcurren, dada la profundidad del más reciente periodo recesivo, las reuniones del Fondo han cobrado una relevancia tal, que todos los interesados en el desempeño y perspectivas de la economía mundial la siguen con atención.

Si bien hay otras reuniones que tratan problemas similares a aquélla —como la de la OECD, que se llevará a cabo en unas semanas— la del Fondo es, hoy por hoy, la más importante; no sólo por el número de los países que lo integran —casi seis veces mayor que el de los integrantes de la OECD—, sino por la amplitud de la visión que en el Fondo se tiene de los problemas que enfrentan sus miembros; ésta, es debidamente soportada con tres documentos insignia de lectura obligada: World Economic Outllook, Global Financial Stability Report y Fiscal Monitor.

Este año, el discurso pronunciado por la señora Lagarde en la Georgetown University hace unos días, dio ciertos avances de lo que será la posición que será analizada y discutida durante los tres días de aquella reunión.

Esencialmente, sin pretender jugarle al zahorí, lo que afirmó pinta un panorama más que objetivo —crudo diría yo—, de la situación mundial y la recuperación económica. La señora Lagarde calificó ésta, como decepcionante. La palabra que utilizó fue, dissapointing. En consecuencia, ¿a qué se debe la ola triunfalista que hoy aquí parece aplastarnos?

Los tiempos que corren, aceptémoslo o no, son los más complejos que este gobierno ha enfrentado durante los poco más de veintidós meses y pocos días que de él han transcurrido. Las cosas están a tal grado complicadas, que donde uno rasque brota pus; si bien la atención está centrada en Guerrero, las cosas en Oaxaca y Michoacán muy lejos de haber recuperado la ruta de la normalidad, y más lejos aún de la que nos llevaría al crecimiento económico sostenido. Por eso repito la pregunta, ¿a qué se debe tanto optimismo, injustificado por decir lo menos? ¿Acaso la presión política que significa el número mágico de 251 diputados, es lo que estimula ese triunfalismo el cual, por ningún lado parece estar soportado, excepto por algunas cifras tomadas aisladamente cuando no sacadas de contexto?

¿Acaso es viable pensar, que la anunciada invasión de decenas de  miles de millones de dólares en inversiones en los sectores de la energía y las telecomunicaciones se concretará, sin que los inversionistas consideren la violencia, que por más esfuerzos que el Estado hace, no amaina sino aumenta?

¿De cuándo acá los inversionistas se desentienden del impacto que para las inversiones tiene, un ambiente de violencia casi permanente como el que priva en no pocas entidades en el país?

Si las cosas que van mal en un país, se corrigieren con las conocidas campañas mediáticas a las que los gobiernos de Venezuela, Cuba y la República Popular China suelen recurrir —por dar sólo tres ejemplos de países cercanos a nosotros— al igual que en México, el planeta sería el paraíso.

Cuidado pues con el canto de las sirenas; hoy, guste o no, las cosas —casi en todos los países—, no van bien.

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