Víctor Beltri

Víctor Beltri

6 Nov, 2014

¿Habría caído antes José Luis Abarca con innovación?

A Silvana la mediana

El tema de la seguridad ha vuelto. Y no, no es que en algún momento haya desaparecido: a pesar de que hasta hace algunos años las noticias sobre los problemas de seguridad pública ocupaban los titulares de los principales diarios, para dar paso, tras el cambio de administración, a otras prioridades, la realidad nos ha puesto de nuevo en la mira una situación insoslayable.

Tenemos que ser más eficientes, más efectivos. Las labores de seguridad han cambiado diametralmente: hasta hace unos cuantos años el rol de la policía se limitaba a patrullas y rondines, mientras que hoy en día el enfoque es mucho más amplio y puede incluir el manejo de emergencias o incluso la prevención de actos terroristas. El policía de esta época no puede seguir combatiendo el crimen con las herramientas que funcionaban en el pasado.

El caso de la fuga y detención del hoy tristemente famoso José Luis Abarca es paradigmático. Por donde se vea: un hombre público, del que se cuenta con fotografías suficientes para poder reconocerlo en cualquier lugar, y de quien se sabe su última ubicación, jamás podría haber escapado durante tantos días de la justicia si se utilizara de manera correcta la tecnología que está al alcance de cualquier agencia de seguridad.

La innovación también puede llegar a los órganos de seguridad del Estado. Los crímenes se combaten con inteligencia, con información que puede venir de los lugares más dispares. Desde los análisis de campo hasta las pruebas periciales más especializadas, el flujo de información es constante y debe ser procesado correctamente, muchas veces con un volumen tal que excede la capacidad humana. Esa brecha entre lo deseable y lo posible se llena a través de procesos de innovación.

¿Cuántas cámaras de seguridad se habrán topado José Luis Abarca y su esposa en el camino hasta la casa en la que fueron atrapados? ¿Una, cinco, diez, trescientas? Cámaras en las calles, en las casetas de cobro, pero también en cualquier tipo de comercio. Y esas cámaras, evidentemente, no hablan entre sí, no están conectadas a ningún sistema central, no actúan de forma inteligente. Y podrían hacerlo, deberían hacerlo: la coordinación del monitoreo sería una herramienta poderosísima en el combate al hampa. Se realiza en ciudades como Londres, donde la vigilancia además previene con éxito los abusos de la autoridad. Por otro lado, los sistemas, también es obvio, no cuentan con tecnología de reconocimiento facial: con elementos tan claros de identificación del prófugo de la justicia, se podría contar no sólo con el historial de sus movimientos desde el momento en que abandonó el recinto en el que pidió licencia a su cargo, sino que podría conocerse en tiempo real su ubicación y sus posibles pasos a seguir. La tecnología existe y es asequible: lo lógico sería que su utilización fuera un asunto cotidiano, en vez de seguir ofreciendo recompensas e interrogando gente. Como ha quedado demostrado en otros países, incluso con tasas de criminalidad mucho menores a las nuestras, mientras menos intervención humana exista en eventos que puedan ser fuente de corrupción, hay más probabilidades de una real impartición de justicia.

Y ese es sólo un ejemplo. El Estado sin duda se fortalece al tener la capacidad de procesar información y contenidos de cualquier índole, para no sólo responder de forma oportuna a los actos delictivos sino incluso pudiendo prevenirlos. Es increíble que ahora nos enteremos de las sospechas que existían sobre el exalcalde, de las denuncias veladas, de su fortuna inexplicable. La información existía, estaba por todos lados, ahora parece que siempre apuntaba en una sola dirección. Y lo hacía, pero nadie fue capaz de procesarla adecuadamente y mucho menos de entenderla. La pregunta sobre cuántos Abarca más existen en los municipios de nuestro país ronda la mente de todos nosotros: la respuesta podría encontrarse con un poco de innovación.

                vbeltri@duxdiligens.com

@vbeltri

 

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