Cómo evaluar la innovación

He recibido, en las últimas semanas, algunos correos electrónicos que comparten las mismas inquietudes. A reserva de entrar a detalle en cada caso, la pregunta en general es: ¿Cómo se pueden evaluar las iniciativas de innovación, para poder establecer una jerarquía entre ellas y un plan de implementación?

La pregunta es, sin duda, interesante. El mero planteamiento dice muchas cosas: nos habla de una dirección general comprometida y abierta al cambio; de una organización que ha descubierto oportunidades de hacer las cosas de una manera mejor, más eficiente; nos dice, en pocas palabras, que el proceso de innovación ha comenzado y han surgido puntos concretos para comenzar a trabajar.

No todas las organizaciones están en la misma situación, hay que apuntarlo. Es cierto, la labor cotidiana es demandante y queda poco tiempo para sentarse a reflexionar. Sin embargo, en cada industria, en cada campo, hay un competidor preparado para dar el salto sobre el segmento de mercado que ataquemos. Si los cambios no se emprenden a tiempo, como lo hemos repetido en diversas ocasiones, otros percibirán las oportunidades y estarán dispuestos a hacer el esfuerzo adicional necesario para poder quedarse con él. Los ejemplos abundan, pero éstos, así como la manera de comenzar estos procesos, serán objeto de otra entrega.

Existen muchas maneras de evaluar las iniciativas de innovación, dependiendo de cuál sea el parámetro a considerar. En cuanto a la originalidad, podrían considerarse puntos como el hecho de que sea un nuevo concepto o la variación de una idea existente; que sea único a la industria o adaptado de otras áreas, o que la innovación haya sido desarrollada de forma independiente o en cooperación con otros. En cuanto al impacto, sería importante conocer si es un cambio fundamental en los procesos, o un ajuste menor; si va a impactar en múltiples áreas operativas, o en una específica; o bien, que pueda llevar a más aplicaciones o usos potenciales con otras áreas o funciones de la organización.

Otro factor que podría evaluarse es la practicidad de la innovación: ¿podrá integrarse con otros sistemas sin problemas? ¿La relación costo-beneficio es conveniente? ¿La implementación presenta riesgos o incertidumbres para las operaciones corrientes? También debe considerarse si los beneficios son medibles: ¿pueden medirse las reducciones de costos a las que llevarán los nuevos procesos innovativos? O, en todo caso, ¿resultará en un incremento cuantificable de los beneficios? ¿La innovación dará lugar a eficiencias mesurables en la operación del negocio?

Podemos analizar, de igual forma, la relación de la innovación con el desarrollo de los procesos. El desarrollo mismo de la innovación puede llevar a mejorar los procesos internos actuales, y ser aplicado a problemas u oportunidades similares. El aprendizaje mismo del personal, al implementar la innovación, puede ser un factor de evaluación de la misma. Lo mismo ocurre con la aplicabilidad de la innovación: ¿se puede aplicar en otras áreas? ¿Es específica para una región en particular, o podría aplicarse internacionalmente? ¿Podría influir en los procesos industriales actuales, e incluso llegar a modificarlos?

Esto, claro, es tan sólo una idea inicial. Los criterios a seleccionar para evaluar oportunidades de innovación deben estar alineados con la estrategia del negocio, así como con la etapa en la que éste se encuentre. Es evidente que no es lo mismo medir la innovación en una empresa de tecnología que en una que se dedique a la explotación de materias primas, aunque es claro que la innovación puede estar presente en cada una de ellas. No es lo mismo innovar en una empresa familiar, consolidada, en la que los procesos probablemente están un tanto anquilosados, que en un startup lleno de dinamismo y deseoso de aterrizar lo encontrado en un producto mínimo viable.

Lo invito a continuar la conversación a través de Twitter o de mi correo electrónico, donde responderé con gusto a sus preguntas. Innovemos juntos.

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