Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

16 Dic, 2014

No sólo hay que ser, también hay que parecer

Hace mucho tiempo, allá por los años sesenta del siglo pasado, el popular torero Manuel Benítez “El Cordobés” respondió así a pregunta expresa del entrevistador: Matador, ¿cuál debe ser la principal cualidad de un torero? ¡Parecerlo!

Hoy, ése es el dilema de una muy buena parte de los integrantes de nuestra clase política: No entienden que no sólo deben ser, también deben parecer y esto, aun cuando pensemos que es un requisito secundario, hoy es —quizás—, el elemento fundamental.

¿Acaso parece gobernador de Michoacán, el doctor Jara? Si bien sus calcetines multicolores le dan un look muy condechi, se ve ridículo en su despacho y todo parece, menos gobernador. ¿Qué decir del que piensa, que para ser hoy gobernador de Guerrero basta con levantar el brazo izquierdo con el puño cerrado? ¿Qué decirle a usted que no sepa ya, del empleado de la CNTE en Oaxaca, que ocupa—sin el menor merecimiento—, el despacho principal del Palacio de Gobierno en la ciudad capital de ese estado?

A los tres casos extremos que describo arriba, hay que agregar un cuarto el cual, ya lo ha padecido en todo espacio mediático que usted suele visitar; como producto de sus esfuerzos denodados que le han significado fuertes erogaciones al erario chiapaneco, debemos agregar a los tres, el imberbe dizque gobernador de Chiapas.

Si bien hay otros casos de gobernadores —que lo son de acuerdo con la formalidad legal—, la realidad dice de ellos otra cosa muy diferente: Ni de lejos lo parecen. Ante lo que vemos y enfrentamos cotidianamente, nuestros políticos —gobernantes, funcionarios, legisladores y dirigentes de partidos— a veces lo son pero, las más de las veces —por no decir todas—, ni de lejos lo parecen.

Así como respondió El Cordobés a su entrevistador —¡Parecerlo!—, nuestros políticos no han entendido, pues poco parece importarles, que el primer requisito que deben cumplir hoy, no es otro que parecer políticos. Sin embargo, al verlos y observar su conducta y analizar su desempeño, no puede uno menos que concluir que el que no parece miembro de la farándula parece empleado de ínfimo nivel cuya cobardía lo descalifica, de inmediato, para el puesto que ostenta.

¿Qué los mueve entonces, una vez que llegan al puesto que ocupan?

Es tan bajo el nivel de nuestra clase política —con sus honrosas excepciones—, que con el primer cheque jugoso o el primer soborno abultado que premia su desvergonzada corrupción, en vez de obrar con la discreción a la que todo delincuente está obligado, empiezan sus desfiguros y excesos: camisas y trajes hechos a la medida y las primeras, dado que ignoran incluso su nombre, deben llevar bordadas las iniciales de rigor.

También, no podía ser de otra manera, los accesorios deben ser de las  marcas más caras y los relojes, de miles de dólares para exhibirlos, por supuesto, en las comilonas en los restaurantes más caros y lujosos.

A medida que los ingresos se acumulan y tomarle sabor a la corrupción, obligados son los depas en Miami, New York y Madrid o Barcelona y, en el colmo del exceso, uno en París. Para completar, olvidarse por completo de los vuelos comerciales pues para ellos, sólo avión privado y, detalle no menor, los traslados en el DF deberán ser, siempre, en helicóptero.

¿Ve por qué es importante parecer?

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube