Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

8 Ene, 2015

¿No sentirán pena por querer justificar los precios actuales de las gasolinas y el diesel?

Una de las cosas positivas que nos ha dejado esta caída del precio del barril de la Mezcla Mexicana de Petróleo (BMMP), registrada estos últimos cinco meses, es haber exhibido con una crudeza pocas veces vista lo absurdo y dañino del sistema de fijación de los precios de las gasolinas Magna y Premium y el diesel, por parte del gobierno federal.

La brecha entre los caprichos y ambiciones de un puñado de burócratas encumbrados —sabios sobre todo, porque aun cuando nos resistamos a aceptarlo, ellos todo lo saben—, y la racionalidad mínima con la cual debe manejarse un recurso como el petróleo, parece alcanzar una dimensión similar a la del Gran Cañón o de la Barranca del Cobre.

La locura que lo sustenta o si lo prefiere, la estupidez de quien lo defiende todavía como algo correcto y positivo para el país además de necesario, ha sido demostrada ante tirios y troyanos, al grado de no dejar espacio ni resquicio alguno para la menor de las dudas de que ese sistema deberíamos, ¡ya!, tirarlo a la basura.

¿Qué bien puede hacerle al país y su economía —y al crecimiento de la misma—, que paguemos hoy el litro de gasolina Magna a casi 14.00 pesos cuando en Arizona, Texas y Nuevo México lo pagan a menos de 8.00? ¿Qué bien puede hacerle al transporte de pasajeros y de mercancías, que el precio del diesel en México sea de poco más de 14.00 pesos cuando en Estados Unidos el precio es de 9.50?

¿Quién en su sano juicio, salvo que fuere un cínico, podría atreverse a defender como algo positivo para el país, que Pemex importe gasolina cuyo precio está calculado con el barril de petróleo a poco menos de 48.00 dólares, y nos la venda a un precio que considera ese mismo barril a más de 100.00 dólares?

¿Qué lógica y racionalidad sustenta ese mecanismo? Sólo la que es propia de los que ven el gasto público como el instrumento óptimo para hacerse populares, y así, piensan ilusionados, ganar votos a costa de la competitividad de no pocas actividades económicas.

Esos adoradores y esclavos del gasto público, en vez de entender y aceptar la racionalidad que los debería llevar a ajustar el precio de las gasolinas partiendo del precio actual del barril de petróleo (Este martes, el BMMP cerró en 39.94 dólares) y como resultado obligado de esa misma racionalidad, ajustar el gasto público consecuentemente y tomar medidas drásticas que elevarían la productividad en Pemex.

Sin embargo, como eso es imposible dada la mentalidad de quienes con planteamientos absurdos pretenden justificar un diferencial de precios que raya en lo criminal, puesto en evidencia por la caída brutal del  precio del petróleo, recurren a mentiras y medias verdades para justificar el mantener una estructura de precios que le causa y causará graves daños a la economía.

Ante ello, ¿qué hace el Congreso, qué medidas ha propuesto y tomado? Nada y ninguna serían las respuestas. Dada pues la gravedad de lo que enfrentamos en materia de precios internos de aquellos combustibles, ¿harán algo para intentar corregir esta situación? Por supuesto que no; eso lo podría usted esperar de algún parlamentario noruego pero de nuestros diputados y senadores, ni soñarlo.

¿Qué nos queda entonces? Además de esperar lo peor, la verdad no lo sé.

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