Víctor Beltri

Víctor Beltri

9 Abr, 2015

El arte está en la ejecución

Los compromisos realizados durante la campaña presidencial pasada tuvieron, sin duda, un peso específico importante en el posicionamiento de un candidato que se decía dispuesto a que le fuera exigido el cumplimiento de sus promesas. Te lo firmo y te lo cumplo, decía con un semblante mucho más jovial al que tiene actualmente, en cada ocasión posible. Sin embargo, y si bien en su momento fueron un activo fundamental para la estrategia electoral en 2012, los compromisos podrían voltearse en contra del partido actualmente en el poder: no puede haber una línea de tiro más diáfana que una lista de promesas incumplidas o, lo que viene a ser lo mismo, cumplidas a medias.

Es evidente que, para una administración que prometió tanto, la falta de resultados en cualquier rubro será utilizada como un arma, por la oposición, en los comicios de 2018. El tiempo está corriendo, y la ejecución de proyectos se vuelve cada vez más complicada en un ambiente de por sí enrarecido: las circunstancias han cambiado, las prioridades son distintas, los actores tienen intereses diversos a los que prevalecían en el momento de las promesas que, esas sí, permanecen inamovibles. Y sobre esas promesas de las que ahora —en apariencia— nadie se acuerda, girará buena parte de la discusión en la próxima campaña presidencial.

La realización pronta y suficiente de los compromisos de campaña, o de la mayor cantidad posible, así como la consecución de proyectos específicos surgidos a lo largo de la administración, supone un esfuerzo extraordinario que requiere de características especiales. Supone tener equipos profesionales, interdisciplinarios, de una agudeza fuera de lo común y con capacidades de comunicación extraordinarias. Equipos cuya principal fortaleza esté en su capacidad de ejecución, que no en sus grados académicos o su lealtad hacia el poder. El Ejecutivo tiene una gran cantidad de compromisos firmados y de obras inconclusas en un momento en el que la situación política y de gobernabilidad hacen su ejecución más complicada. Y son proyectos, compromisos, para los que el fracaso simplemente no es una opción: las grandes obras, las grandes reformas, los grandes cambios tienen que realizarse, y parece que estamos estancados en la parálisis que comenzó hace unos meses y que no hemos podido superar. Y es, precisamente, esa capacidad de ejecución la que garantizará que los resultados obtenidos se acerquen a los prometidos. 

El cumplimiento de los planes de trabajo de manera satisfactoria, en tiempo y forma, supone capacidades de ejecución, evidentemente, pero también de dirección, de operación política, comunicación y relaciones públicas muy especializadas, así como estrategias de trabajo y metodologías aplicadas con rigor. La gestión adecuada de proyectos puede hacer la diferencia entre el fracaso y la victoria, al conseguir que las fechas clave se cumplan; que no se realicen gastos excesivos para cumplir con las metas; que exista una mejor comunicación y dirección del equipo. La gestión de proyectos puede ayudar a determinar en dónde asignar los recursos disponibles, asegurando que los problemas se detecten a tiempo y se resuelvan antes de que influyan en el proceso entero. Las curvas de aprendizaje se reducen, y pueden tomarse decisiones con mayor confiabilidad, al allegarse la información verdaderamente necesaria y reconocer patrones observados en proyectos similares, en el pasado. ¿Cómo se están gestionando los compromisos de campaña, asumidos por el gobierno federal? ¿Se conocen con precisión los avances, y se están cumpliendo las fases de cada proyecto de acuerdo a lo esperado? ¿Se están mitigando los riesgos y comunicando de forma correcta a cada eslabón de la cadena de control? ¿Cuántos de esos compromisos se van a cumplir satisfactoriamente? Prometer es muy fácil; el arte está en la ejecución.

Lo invito a continuar la conversación a través de Twitter o de mi correo electrónico, donde responderé con gusto a sus preguntas. Innovemos juntos.

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