Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

2 May, 2017

En 15 o 20 años, ¿quién se acordará de los sindicatos?

Es ya un lugar común aceptar de manera casi ciega y acrítica, la ruta que han seguido los sindicatos desde hace no pocos años; esto, lejos de circunscribirse a las economías avanzadas, es también un proceso advertido en los países emergentes.

Dicho de otra manera, los sindicatos —tal y como los hemos conocido desde hace no pocos decenios—, parecen tener los días contados. Las causas de esta realidad —impensada e inimaginable por quienes se han transformado en malos, pero muy corruptos gerentes de esas organizaciones—, son muchas y de muy diversa índole.

No es únicamente la corrupción, ofensiva y cínica por parte de los que usufructúan posiciones de liderazgo, o de fuerza real en esas organizaciones de trabajadores y empleados, sino otras como el factor demográfico, el cual da lugar a aberraciones como la muy conocida en México donde, los dirigentes son personas de la tercera edad –los más jóvenes, o ancianos en etapa senil en no pocos casos–, hasta cuestiones de tipo educativo.

Esto último es particularmente ilustrativo del proceso de degradación y descrédito de los sindicatos. Mientras que sus integrantes de base —por decirlo de alguna manera—, son jóvenes con un elevado nivel de preparación y especialización, los dirigentes o gerentes del sindicato al que aquéllos, por una legislación laboral a todas luces obsoleta deben pertenecer, son ancianos casi analfabetos e ignorantes de la nueva realidad económica del país y del mundo.

Los párrafos anteriores son, simplemente, un apretado diagnóstico de la realidad sindical de este sufrido país, donde los legisladores han preferido desde siempre conservar leyes y su reglamentación en calidad de obstáculos a la modernización económica y la elevación de la productividad para no perder, ni por accidente, uno solo de sus privilegios y cuando sea posible, acrecentarlos.

Vayamos ahora a lo que considero más importante con base en el diagnóstico de la realidad actual del sindicalismo mexicano: ¿cuál será su futuro de aquí a 15 o 20 años? ¿Habrá sindicatos todavía, tal cual hoy los conocemos? ¿Aguantarán la economía mexicana y su urgente necesidad de modernizarse, la permanencia de esa caterva de ancianos seniles cuya labor hoy es, explotar a cientos de miles o millones de trabajadores y empleados formales?

Si usted que lee esta columna tiene más de 50 o 60 años de edad, sin duda recuerda las muestras de poder del sindicalismo mexicano amparados, sus liderazgos, por el gobernante en turno. En una simbiosis marcada por las complicidades, el uno apoyaba a los otros, y éstos al uno. 

¿Podríamos esperar que, dada la nueva realidad política del país, esa complicidad —evidente y activa en algunos de los grandes sindicatos y federaciones de empleados—, estará vigente o será posible mantenerla como a la fecha, allá por los años treinta o cuarenta de este siglo?

¿Los nuevos obreros y empleados, más preparados y más independientes de organizaciones como las actuales, tolerarán acaso a líderes sindicales o secretarios generales de federaciones como los que hoy, que más que ostentar esos cargos por haber sido elegidos legal y democráticamente, los detentan por haberse impuesto por la fuerza y la corrupción, y complicidades con la autoridad laborales y el gobierno?

¿Cabría esperar, en una economía moderna y con niveles razonables de productividad, organizaciones como las actuales, manejadas de manera gansteril como sucede en no pocos casos?

¿Sería posible para México y sus mercados laborales, tolerar y crecer con las rigideces que hoy impone la Ley Federal del Trabajo, ley reglamentaria del Artículo 123? ¿Es concebible en ese México, integrado aún más a la globalidad, contar con un sindicalismo dirigido por ancianos seniles corrompidos hasta el tuétano?

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