José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

12 Ene, 2018

¡Trump, genial y estable!

Coincidiendo casi con el primer aniversario del gobierno, la publicación del libro Fuego y furia: dentro de la Casa Blanca de Donald Trump, de Michael Wolff, sigue causando mayúsculo escándalo, sobre todo, por cuestionar su lucidez y estabilidad para desempeñar el cargo.

El éxito del libro se debe a que pinta con precisión el caos en la Casa Blanca alrededor de una personalidad trumpiana frágil e infantiloide, que sólo busca la satisfacción inmediata; su completa ignorancia de todo; su incapacidad de leer o fijar la atención más de unos segundos; y su inseguridad y egolatría que lo fuerzan a reaccionar con ferocidad ante cualquier ofensa real o imaginaria.

El eje conductor del relato, lleno de anécdotas que refuerzan los rasgos más negativos de su personalidad, es la relación de Trump con Steve Bannon, hasta hace poco su principal estratega, personaje siniestro y manipulador que goza en definirse como “leninista” porque, al igual que el líder de la revolución bolchevique, “su prioridad es demoler el Estado y llevar a la destrucción del sistema”.

Hay coincidencias y refutaciones de la agenda de Bannon con la confusa y vaporosa suma de ocurrencias de Trump, que incluyen su intento de restaurar una América —a la usanza gringa del término— que nunca existió; cerrar su frontera al comercio y la migración; rechazar y deportar a tanto extranjero como sea posible; y renunciar el papel de EU como líder del orden económico y político liberal en el ámbito global.

Trump adoptó a Bannon —o al revés, no queda claro— precisamente para integrar un programa de gobierno racista, privilegiando a la minoría blanca de origen europeo; nativista, rechazando todo lo que venga de fuera; populista, que le diera “a los hombres olvidados” que votaron por él las oportunidades perdidas por el avance tecnológico y la globalización; y armamentista, restituyendo el poder militar de EU.

El problema con esta agenda fue que el Congreso, aún en manos de sus correligionarios, no coincidía con sus prioridades, por lo que Trump intentó gobernar por decreto, lo que fue rechazado en las cortes, y acabó aceptando las preferencias del Congreso: rechazar Obamacare, en lo que fracasó y una reforma impositiva regresiva, con beneficios dudosos y que generará una deuda colosal.

Como relata Wolff, esta administración cumple su primer año con el récord de éxodo de personas, por cese o renuncia, superior a todas las previas, lo que acredita la zozobra y anarquía que prevalecen en la Casa Blanca y que se reflejan en el resto del gobierno, sin funcionarios, porque no hay contrataciones, o por dimisiones masivas.

El mayor daño que infiere este libro, con el sólido sustento en más de 200 entrevistas conducidas con personal de la Casa Blanca, es poner en entredicho la salud mental de Trump, con signos indudables de demencia senil, y un temperamento que lo incapacita para desempeñar las cruciales responsabilidades de la Presidencia.

Por encima de tal galimatías está la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la posible colusión del candidato Trump con Rusia, no sólo para obtener material para enlodar a la odiada Hillary Clinton, sino al revelar conexiones ilícitas con su héroe, Vladimir Putin. Pronto habrá tajantes noticias en este frente.

¿Qué dicen de todo esto los fanáticos devotos de Trump? Que se trata de una labor de zapa de las élites y medios de comunicación liberales, y que su líder “es un dechado de valentía y sagacidad” que ha logrado que la economía crezca con rapidez y que los mercados sigan en su ruta incontenible al cielo.

Por lo pronto, el grotesco Bannon, como lo llama ahora su examigo Trump, está fuera de la Casa Blanca y sin trabajo, y ya veremos cuánto dura el “genio estable”.

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