Salo Grabinsky

Del verbo emprender

Salo Grabinsky

6 Dic, 2014

Los sueños del abuelo

La revista Forbes es famosa por ensalzar, tal vez exageradamente a los multimillonarios capitalistas y desde su fundador Malcolm Forbes, ser un vehículo para proponer que estas personas y no el gobierno han creado la riqueza y los empleos que hacen a Estados Unidos el líder mundial. Tiene en parte razón y al revisar su lista de los 400 billonarios de esa nación, se encuentran numerosos emprendedores hijos de inmigrantes o ellos mismos nacidos fuera de ese país y que han hecho enormes fortunas de la nada. Tampoco  faltan los descendientes y herederos  de emporios creados por sus padres y abuelos en negocios familiares, pero ya son una minoría. Es interesante ver que hay varios graduados de universidades de alto nivel como Harvard, Columbia y Stanford, pero abundan aquellos que no acabaron la carrera por diversas causas, incluida la falta de recursos para pagar las enormes colegiaturas de esas instituciones. La revista tiene excelentes reportajes donde incluso se critica a empresarios y sus familiares. Uno en especial me llamó la atención, ya que el tema ha sido importante en mis actividades como asesor.

El artículo trata sobre el fundador de un enorme negocio de control de pestes en Estados Unidos de apellido Rollins, que desde su inicio en los años 60 logró amasar una enorme fortuna. Este hombre quiso por convicción blindarla, para que sus dos hijos y sobre todo sus nueve nietos fueran hombres y mujeres productivos y no parásitos. Era tal su obsesión que hace varias décadas decidió blindar su fortuna. A grandes rasgos les dejó a sus hijos y nietos un Fideicomiso que, administrado por los dos hijos, administraría la fortuna familiar. Una cláusula clave especifica que cada nieto debe demostrar en forma anual que está ocupado en alguna actividad productiva, aunque ésta no fuese lucrativa. Se valía cualquier labor filantrópica, artística o una profesión donde por lo menos se trabaje parte del tiempo. También era necesario que estuvieran presentes en forma trimestral y mensual en las juntas de la familia extendida. A cambio de esto el Fideicomiso Familiar le entregaría a cada uno de los nietos una cantidad anual millonaria. Era, a juicio del abuelo fundador y de sus dos hijos, el plan adecuado para motivar e impulsar a la tercera generación a lograr sus objetivos. Pues bien, este proyecto fracasó por pleitos de varios nietos que nunca han trabajado y tratan de revertir estas instrucciones para hacerse cargo de sus fortunas, amén de varios divorcios con sus consecuentes demandas financieras y la consecuente pérdida del vínculo familiar. El pobre fundador debe estar dándose vueltas en la tumba.

Este tema es recurrente con muchos de mis amigos  que, con justa razón, quieren sentar las bases para que las siguientes generaciones sean personas con iniciativa propia, dedicadas a labores que les beneficien emocional y financieramente y no simples “juniors” que dilapiden sus vidas y la herencia sin hacer nada, acabando con todo lo logrado. Las grandes fortunas pueden durar décadas sin perderse, pero la vida inútil de estos miembros del club del “esperma con suerte” se desperdicia y da un pésimo ejemplo a sus familiares. El señor Rollins fue previsor y su plan patrimonial cumplió en teoría con su código de ética al no echar a perder a su familia y motivarla. Pero en realidad éste falló y causó un conflicto mayor que aún subsiste. A mi juicio, no se incluyó una parte de capacitación y comunicación, el fijar reglas del juego con respecto al involucramiento en actividades constructivas de los nietos, la falta de controles y supervisión de los padres en su formación y madurez, aunado a la desmedida ambición de riqueza que muchos descendientes de negocios familiares tienen, sin tomar en cuenta el esfuerzo que se requiere para preservarla y agrandarla. Simplemente quieren gozar la vida sin tener que esforzarse y esta actitud es fatal.  El  tema es muy  importante.

 

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