La crisis de los misiles en Atenas

Antes de los atentados terroristas de ayer, las noticias en Francia estaban dominadas por las nuevas filtraciones que hizo WikiLeaks junto con el diario Libération en las que se daba cuenta de algunos reportes de espionaje que habría hecho la agencia de inteligencia de telecomunicaciones de Estados Unidos a los últimos tres presidentes franceses. Más allá de la inevitable reacción del presidente François Hollande condenando el espionaje entre aliados trascendió, por ejemplo, que el 18 de mayo de 2012 el mandatario francés habría convocado a una reunión secreta con sus ministros para evaluar cuál sería el impacto para la economía de su país ante la salida de Grecia de la Eurozona. El carácter secreto de la reunión estaba justificado por la necesidad de evitar agudizar la crisis griega con una señal de que el gobierno francés estaría considerando seriamente la salida del país mediterráneo, es evidente que desde 2012 cualquier gobierno europeo habrá realizado reuniones similares; sin embargo, lo que sí resultó sorpresivo es que Hollande se reuniera con miembros del Partido Social Demócrata Cristiano de Alemania (SPD), que en ese entonces formaba parte de la coalición del gobierno de la canciller Angela Merkel. De acuerdo con la información del reporte, el Presidente francés estaba preocupado por el empecinamiento de Merkel en cuanto a la necesidad de Grecia de respetar el pacto fiscal de la zona euro, por lo que Hollande predecía acertadamente que dicha posición podría llevar a los griegos a votar por un gobierno radical, lo que ocurrió tres años después cuando eligieron como primer ministro a Alexis Tsipras y su partido Syriza.

Hoy, los ministros de finanzas europeos tienen que lidiar con el resultado de la dinámica prevista por Hollande, que permitió que Tsipras llegara al poder con una agenda opuesta a los compromisos de austeridad.

La crisis de los misiles griega

Lo más probable es que los ministros europeos lleguen a un acuerdo con Grecia días antes del 30 de junio, martes de la próxima semana, cuando se cumpla un plazo para que el país mediterráneo reciba un nuevo préstamo para evitar caer en la insolvencia y su inevitable salida de la moneda única europea. Desde 2012, las instituciones financieras europeas se dieron a la tarea de reducir la exposición a una eventual salida de Grecia de la zona euro y aunque de todas formas habría consecuencias económicas para Europa, en caso de que ello ocurriese, el mayor impacto de la eventual salida vendría de hacer manifiesta la debilidad institucional que haría pensar que el euro no es tan sólido como se pensaba.

Es evidente que a nadie conviene la salida de Grecia de la zona euro, no le conviene al gobierno de Tsipras, que se enfrentaría a una crisis aún más monumental y no convendría tampoco a naciones como Alemania, Francia, España, etcétera, por lo que todos tienen incentivos para llegar a un acuerdo, el problema es que a nivel doméstico los electores de los gobiernos, de uno y otro bando, no parecen estar contentos. En Alemania, las fuerzas políticas se manifiestan en contra de ceder ante Grecia dado que ello implicaría que dinero alemán irá a parar a los pensionistas griegos y, por otra parte, miembros del Partido Syriza han dejado claro que quitarán el apoyo a su primer ministro en caso de que haga demasiadas concesiones a sus acreedores.

La actual crisis griega resulta similar a la dinámica que llevó al mundo al borde de una guerra nuclear en octubre de 1962 cuando Estados Unidos y la Unión Soviética quedaron entrampados en sus posiciones. Ni el presidente estadunidense Kennedy ni el líder soviético Kruschev tenían algún incentivo de someter al mundo al hongo nuclear; sin embargo, ambos temían quedar mal ante los sectores radicales de sus respectivos países. Al final se llegó a un acuerdo que les permitió a ambos salvar la cara y es probable que lo mismo ocurra en Europa en estos días y también es factible que en unos años nos enteremos que se hicieron concesiones secretas de parte de ambos bandos.