Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

23 Jun, 2016

El lujo que jamás debe darse un gobernante: no decidir

Solemos decir de nuestros políticos encumbrados que el puesto que ocupan les permite darse –con cargo al erario, por supuesto–, todos los lujos. Sin embargo, esta afirmación tiene una falla enorme, pues hay uno que jamás deberían permitirse: posponer una decisión, o dicho de otra manera, no decidir.

Este martes, aquí mismo, señalé que los acontecimientos sangrientos en Oaxaca registrados estos últimos días, dejan ver una característica que preocupa de la presente administración: posponer siempre enfrentar un problema y dejar en el olvido el diseñar y aplicar las soluciones correspondientes. Dicho de otra manera, les seduce patear el bote hacia adelante, o dejar que el que venga atrás arree.

No recuerdo un Presidente de la República –de López Mateos a la fecha–, que hubiera ejercido su gobernación, con la ausencia de la realidad y el pasmo –que rayan hoy en lo peligroso–, del presidente Peña. Lo que durante los primeros meses fue elogiado, pues parecía ser muestra de prudencia política e inteligencia en la gobernación, al paso del tiempo mostró lo que en verdad era y es: Miedo a decidir, temor a enfrentar los problemas, y a tener que tomar decisiones obligadas, en su debida oportunidad.

Se suele afirmar que la gobernación en los tiempos de la globalidad y las economías abiertas, y en la democracia, las decisiones del gobernante siempre son impopulares y dolorosas, a la vez que obligadas. Dicho de otra manera, gobernar hoy, es decidir; además, hacerlo en la debida oportunidad.

Un gobernante que huye de esa obligación, la fundamental de la gobernación, deja vacíos que alguien llena; en algunos casos, son los integrantes de su equipo más cercano y leal los que se encargan de ello pero, esto no siempre es posible; ahí es entonces, donde los adversarios y/o los oportunistas, llenan los vacíos dejados conscientemente por el gobernante ausente, pasmado ante la magnitud y gravedad de los problemas a enfrentar, y a tener que diseñar y aplicar soluciones.

Un país como el nuestro, con una economía cuyos obstáculos estructurales le impiden desde hace más de 30 años dejar el estancamiento, exige tomar decisiones que, además de ser impopulares y dolorosas, deben ser tomadas en su debida oportunidad, cuando se debe, no cuando se quiere.

¿Qué explica la conducta del Presidente, frente a las decisiones que debe tomar? La verdad, lo ignoro; lo que sé es que no hay área de la administración donde no hayamos visto esta inclinación a no decidir, a posponer y posponer la toma de una decisión.

¿Acaso se debe, como afirman, a que al Presidente le disgusta decidir porque, inevitablemente con alguien quedará mal? ¿En serio? De ser así, qué peligroso porque, en la gobernación, siempre e inevitablemente, con alguien se queda mal; dicho de otra manera, es imposible dar gusto a todos.

Posponer una decisión, y no resolver un problema, lo agrava. ¿Acaso es muy difícil entender esto, y obrar en consecuencia? ¿Qué las desagradables experiencias de estos tres años y medio, no han servido de algo? Los errores enseñan, pero al que quiere aprender.

¿Qué veremos, ante la gravedad de los problemas? ¿Más indecisión?

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